La influencia de los pintores venecianos

 

Aunque El Greco se presente como alumno de Tiziano, justo es reconocer otras influencias, acaso mayores, que se perciben en sus obras: las de Tintoretto, Veronés y Bassano, y la del dálmata Schiavone. Todos esos artistas pueden considerarse "manieristas", adjetivo que dista mucho de ser peyorativo, y que significa la tendencia dominante a mediados del siglo XVI, por influencias de las últimas obras de Leonardo de Vinci, de Rafael y de Miguel Ángel, cuya imitación da a 'la pintura un estilo elegante y sinuoso, de enormes y rítmicos personajes de pequeñas cabezas, al mismo tiempo gracioso y sorprendente, heroico y relamido, arte sofisticado, que se aparta de la imitación de la naturaleza y de los valores atmosféricos que son la gran novedad de Giorgione y Tiziano, para complacerse en esquemas mentales y en bizarras iluminaciones.
Hasta cierto punto, a este movimiento pertenecen los tres pintores vénetos antes citados, aunque se salgan de él por la fruición de su pincelada y su materia (la técnica manierista suele ser fría), por el respeto a una entonación o dominante cromática (el color de los manieristas es tabicado por zonas, como un esmalte) y por la afición al estudio del natural (los verdaderos manieristas estudian las obras de otros artistas, antiguos y modernos).
Si de Veronés ha tomado El Greco algunos colores ácidos y exquisitos (verdes y amarillos) y algunos "trucos" técnicos (el más genial, el de inundar de lágrimas un ojo con una simple pincelada blanca dada verticalmente sobre la pupila: véase la Oración del Huerto por Veronés, en la Galería Brera, y comparar con el Expolio de El Greco, en la Catedral de Toledo), del taller de los Bassano imitó la composición agrupada en torno al Niño en la Adoración de los pastores, iluminada por el resplandor que sale del recién nacido; y de Tintoretto, el dramatismo rítmico del dibujo (encontramos el cuerpo del esclavo del Milagro de San Marcos de Tintoretto en el Laocoonte de El Greco y hasta bajo la damasquinada armadura del Conde de Orgaz...), la composición dividida en zonas o estancias, la afición a los tonos dramáticos, purpúreos y negros, rasgados por enormes pinceladas de blanco puro, con una técnica expeditiva y somera en unos lugares, pero rica y sensual en otros. De Tintoretto y Bassano aprendió también El Greco a modelar un rostro con sueltas pinceladas y a concentrar en él todo el interés de un retrato, dejando el resto en sombra. Schiavone le enseñó su composición rítmica, como de "ballet", entreverada de efectistas claroscuros.
Pero el centro de la pintura expresiva y "moderna" de la segunda mitad del siglo XVI no estaba en Venecia, sino en Roma. El estilo llamado "manierismo" que, tras pasar una época larga de desprestigio empieza en nuestro tiempo a interesar a todos, tenía que atraer al Greco más que el "naturalismo" atmosférico de la escuela veneciana. Por lo demás, en Venecia no era fácil abrirse camino para un joven candiota que aspiraba a ser algo más que simple "madonero". Así que cambió nuevamente de lugar de actividad y salió hacia Roma, pasando quizá por Parma (donde había pinturas de Correggio y del Parmesano), por Florencia (Pontormo, Bronzino), por Siena (Beccafumi, Sodoma). La ya citada carta de Clovio (16 de noviembre de 1570) le sirve de presentación para el cardenal Alejandro Farnesio, quien le aloja en las buhardillas de su suntuoso palacio romano.
La admiración hacia Miguel Ángel alcanza en Roma el fervor de un culto. Los pintores Zuccari y Vasari, que El Greco ha podido tratar en ese palacio, son de total obediencia miguelangelesca. El joven forastero (según el testimonio de Mancini) tiene el descaro de ofrecerse, en caso de que los frescos de Miguel Ángel se destruyan (como algunos contrarreformistas pacatos proponen a San Pío V) a rehacerlos "con onestá et decenza" y con no inferior calidad artística. Eso sonó a blasfemia en los oídos de los manieristas romanos y el insolente griego tuvo que huir a España para evitar mayores males.

 

 

San José con el Niño de El Greco
San José con el Niño de El Greco (Museo de Santa Cruz, Toledo). Pintado entre 1597 y 1599, el Greco capta la cariñosa protección del santo hacia Jesús con una poesía extraordinaria. La iconografía es la misma que la de la tela de la capilla de San José de Toledo. En el fondo de ambas aparece un paisaje identificado con la ciudad de Toledo.