Teórico del arte

 

Aproximadamente a partir de 1500 y hasta su muerte, le preocuparon los problemas relacionados con la teoría del arte, y en especial el estudio de las proporciones, tema de gran actualidad para los humanistas de la época, que, también en esto, seguían el ejemplo de Italia. Al lado de sus actividades e interés por los problemas religiosos, Durero trató de hallar una respuesta al problema de las proporciones que deben tener los miembros humanos para ser bellos. Buscó las leyes para la ejecución de formas perfectas. En 1500, Jacopo de Barbari llegó a Nuremberg procedente de Venecia, y a través de este veneciano Durero conoció a los teóricos de la Antigüedad, entre ellos Vitruvio; el mismo maestro le puso al corriente de las nuevas tendencias artísticas que se desarrollaban en Venecia.

Por aquel entonces estaba expuesto en Roma el Apolo del Belvedere, que para los coetáneos de Durero era la esencia de la belleza del arte de la Antigüedad; Durero, que probablemente ya conocía esta importante obra por dibujos, quedó también influido por ella. Impulsado por el arte clásico y por los ejemplos italianos, realizó una serie de estudios de proporciones. El resultado final de estos ensayos fue el genial grabado Adán y Eva (1504), en el que ha quedado totalmente superado el lenguaje formal gótico. Después de su segunda estancia en Venecia (1505-1507), abandona la idea de un único ideal de belleza, procurando encontrar la perfección en la pluralidad de las posibilidades (Adán y Eva, pinturas sobre tabla; Museo del Prado, Madrid). Acabada en el año de su muerte, y fruto de veinte años de estudios, es su Teoría de las proporciones (1528), que junto con Instrucción para la medición (1525) y Teoría de la fijación (1527), constituyen un hito en la teoría del arte.

 

 

Adán y Eva, de Alberto Durero
Adán y Eva, de Alberto Durero (Germanisches Nationalmuseum, Nuremberg). Este grabado de 1504 revela la preocupación del artista por las proporciones ideales del cuerpo humano, inspirado por los estudios anatómicos de Leonardo da Vinci. Para Adán se basó en el canon clásico de un apolíneo Hércules, mientras que para Eva en la idealización de Venus. Las imágenes de desnudos tienen para Durero una doble significación que responde por un lado a las proporciones universales de la belleza y por el otro a su correspondencia fiel con la realidad. Con la intención de convertir a la pareja bíblica en símbolo universal, puso a sus pies la analogía de los cuatro temperamentos, representados por un anta para la melancolía, una liebre para el carácter sanguíneo, un buey para el flemático, y un gato para el colérico.