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Historia del Arte

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Sandro Boticelli (IV)

Esta tensión, en relación con la serenidad de la precedente Adoración de los Magos de Leonardo, se encuentra también en la Adoración de los Magos de la National Gallery de Washington (Colección Mellon), obra de gran calidad, identificable con una tabla de este mismo tema que antiguas fuentes recuerdan pintada por Botticelli durante su estancia en Roma. Ya se ha dicho cómo sobre esta visión más estremecida influyó especialmente el ejemplo de Leonardo; pero es cierto que prenuncia al último Botticelli, de religiosidad exasperada y nervios alterados.

Por el contrario, un reafirmado equilibrio y una corporeidad inspirada por los ejemplos clásicos admirados en Roma aparecen poco después en la Palas Atenea domando al Centauro, de los Uffizi, pintada también para los primos de Lorenzo el Magnífico: obra a la que se han atribuido varios significados, ya políticos (alusión a Lorenzo el Magnífico que logra restablecer la paz después de la guerra que siguió a la conjura de los Pazzi), ya morales (la sabia Minerva subyugando el Centauro, símbolo de la doble naturaleza, instintiva y racional, del hombre). Análogamente, en esta pintura se equilibran a un tiempo la fuerza con la gracia, las componentes verticales con las horizontales, los fondos lejanos con las rocas y las figuras de primer término, y las zonas oscuras con las claras.

Botticelli es ahora un artista famoso, de carácter tal vez un poco inestable pero en la plenitud y vigor de la edad. En 1481 su padre Mariano, en una declaración al catastro, dice que Sandro «de treinta y tres años, es pintor y trabaja en casa cuando quiere». En 1482 muere Mariano y es enterrado en Ognissanti que era su iglesia y la de sus protectores (suyos y de Sandro), los miembros de la familia Vespucci. En el mes de octubre de ese mismo año 1482, a su regreso de Roma, Botticelli, junto con Ghirlandaio, Perugino, Fiero del Pollaiuolo y Biagio Tucci, recibe el encargo de la Señoría de Florencia de decorar al fresco la Sala de los Lirios de los Priores. Mas estos frescos no llegaron a realizarse, a excepción del de Ghirlandaio.
En 1483 (algunos autores opinan que en 1487) Botticelli realizó los bocetos y llevó a término cuatro elegantes pinturas para decorar una alcoba nupcial con ocasión de las bodas de Giannozzo Pucci con Lucrecia Bini. Los paneles (tres de ellos hoy en el Museo del Prado, y el otro en una colección privada) ilustran el tema de la novela de Nastagio degli Onesti de Boccaccio, ambientada, en parte, en el pinar de Ravena.

Alrededor de 1483-85 Botticelli, junto con Filippino Lippi, Perugino y Ghirlandaio, recibió el encargo de decorar la villa del Spedaletto, cerca de Volterra, propiedad de Lorenzo el Magnifico; pero estos frescos han desaparecido sin que haya llegado siquiera una indicación acerca de los temas tratados.
Un agente de Ludovico el Moro informa, en efecto, al duque de Milán, alrededor de 1485, acerca de los mejores pintores que es posible encontrar en Florencia y cita a los que trabajaron precisamente en la Capilla Sixtina y luego en el Spedaletto, «siendo difícil saber a quién otorgar la palma». Vale la pena transcribir el perfecto juicio que merecieron entonces estos cuatro maestros: «Sandro de Botticelli, excelentísimo pintor sobre tabla y en la pintura al fresco sobre muro; sus obras tienen un aire viril y poseen óptima razón e íntegras proporciones. Filip-pino de Fra Filippo, óptimo discípulo del anterior, e hijo del maestro más extraordinario de su época; sus obras tienen un aire más dulce, pero creo que poseen menos arte.

El Perugino, excelente pintor, especialmente en sus frescos; sus obras poseen un aire angélico y muy dulce. Domenico de Ghirlandaio, buen maestro sobre tabla y más aún sobre muro; sus obras tienen buen aire, y es hombre expeditivo y muy trabajador». Como puede verse, el elogio más firme es el de Botticelli; es curioso destacar ese «aire viril» como característico de su arte, en franco contraste con el epíteto de «femenino» que una parte de la crítica moderna adjudica al arte de Botticelli.
En realidad, sus contemporáneos sentían la enérgica fuerza de aquella pintura, la varonil potencia intelectual y de estilo, aunque dentro de la delicada elegancia del quattrocento.
artistas del renacimiento
San Agustín en su estudio de Sandro Botticelli (iglesia de Ognissanti, Florencia). Esta obra, que formaba pareja con un San Jerónimo de Ghirlandaio, es un fresco encargado por los Vespucci para decorar la iglesia.

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