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Historia del Arte

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Tiziano: Nuevas experiencias (II)

Hacia 1527 inicia la ejecución del políptico de San Pedro Mártir para la iglesia veneciana de los Santos Juan y Pablo. El políptico será ultimado en 1530 y, desgraciadamente, fue destruido en el siglo XIX por un violento incendio. Esta obra marcará un ulterior y definitivo progreso en el arte de Tiziano y un nuevo paso hacia ese «naturalismo» que ya se presentía en las dos Sacras Conversaciones del Louvre y de Londres y en el San Jerónimo, también en el Louvre, cuyo incandescente paisaje se convierte casi en protagonista. Para Tiziano se ha modificado ahora la relación entre hombre y paisaje; el primero ya no domina al segundo, sino que se acopla a él en una íntima y emotiva unidad. En el Martirio de San Pedro había además una verdad cruenta y terrible, en la que participan todos, incluso el paisaje, y no encerrada en un interior sufrimiento individual, como en Miguel Ángel.

Estaba Tiziano trabajando en esta obra cuando en 1527 llegó a Venecia Pietro Aretino, en exilio tras la muerte de su protector Giovanni delle Bande Nere. Le siguen al poco tiempo, huyendo del saqueo de Roma, Sansovino y Sebastiano del Piombo. Una firme amistad nace entre Tiziano, Aretino y Sansovino, pero sobre todo el pintor y el literato establecerán lazos fraternales. A fortalecer este vínculo contribuye tal vez una simpatía instintiva y ciertamente un recíproco interés. La fama de Tiziano podía beneficiar a Pietro y la pluma fácil de éste, que se definía «secretario del mundo», al cantar alabanzas no podía dejar de dar alas a la fama de Tiziano. Pero, además, el delicado gusto artístico de Aretino, procedente de la refinadísima Florencia y de la fastuosa Roma, hallan correspondencia en la naturaleza soberana del arte de Tiziano que fue felizmente interpretado por su pluma.

«…Tiziano, en cuyo estilo vive oculta una nueva naturaleza.” escribe Aretino. Asimismo, habla de las cosas pintadas por el cadorino, y de la luz que se transfigura en «materia artificiosa» al cambiar del aire entre el «verde azul» y el «azul verde», y de las nubes semejantes a llamas de fuego «con un ardor de minio no tan encendido». Quizá gracias al interés de Aretino, o más fácilmente por obra de Federico Gonzaga, en 1530, con motivo de la coronación de Carlos V en Bolonia, Tiziano es presentado al emperador y realiza su primer retrato, por el cual recibirá un solo escudo del soberano y ciento cincuenta del señor de Mantua.

Sin embargo, al cabo de dos años, en el invierno de 1532-1533, durante su segunda estancia en Bolonia, el emperador y el pintor, al volverse a encontrar, se apreciaron. Tiziano fue entonces nombrado retratista oficial, conde del palacio de Letrán, Conde Palatino y Caballero de la Espuela de Oro. Ahora el pintor, que ya hace años goza de la confianza de los Este de Ferrara, los Gonzaga de Mantua y, desde 1532, de los Della Rovere de Urbino, mantiene cordialísimas relaciones con el emperador. Su fama y su fortuna ya están consagradas fuera de Venecia y de Italia y es un personaje entre los más eminentes de la sociedad italiana y europea, considerado al mismo nivel que esos nobles señores que su pincel retrata cada vez con mayor frecuencia. Pertenecen a estos años algunos de sus retratos más célebres, como el de Carlos V, de pie, con un perro, el del cardenal Hipólito dei Medici, con uniforme húngaro, del Pitti, y el denominado del padre de Tiziano, de la Ambrosiana de Milán.

El planteamiento y la composición traducen a la perfección la actitud típicamente real del soberano, en la armoniosa fusión del pardo dorado y de los claros grisáceos del traje. Espléndidas son las entonaciones del suave terciopelo morado del uniforme «a la húngara» que viste Hipólito, melancólicamente sereno. Sencillo, en posición frontal, es el medio busto del viejo guerrero de la Ambrosiana, encerrado en la roja casaca militar. Nuevos elementos asoman ahora en el arte de Tiziano, como sintiendo la llamada del estilo manierista que desde la Italia central resonaba en el Norte, siguiendo la estela de la dinámica energía miguelangelesca y de la belleza serenadora de Rafael.
el renacimiento
Hipólito de Medici, con uniforme húngaro de Tiziano (Palacio Pitti, Florencia). Hijo del duque de Nemours y perteneciente a una influyente familia de banqueros florentinos, en este retrato aparece con uniforme militar. En esta obra, Tiziano parece haber apelado al estilo manierista romano para retratar al personaje en actitud serena y melancólica, manejando a la perfección los tonos de la vestimenta que resaltan la iluminación de su rostro.

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