Su buena estrella declinó durante el reinado de Carlos III, quien, como queda dicho, se valió principalmente del italiano Francisco Sabatini (1727-1797), yerno de Vanvitelli, el autor del palacio real napolitano de Caserta. La primera obra de Sabatini en España (y la mejor, sin duda) es la madrileña Puerta de Alcalá, uno de los símbolos de la ciudad, construcción feliz, realzada con adornos escultóricos en mármol blanco debidos al escultor francés Robert Michel y a Francisco Gutiérrez. Se edificó entre 1764 y 1778. Otras obras de Sabatini son la iglesia de San Pascual Bailón en Aranjuez y, en Madrid, el edificio de la Aduana, actual ministerio de Hacienda.
Otro gran representante español de la arquitectura del clasicismo, contemporáneo de Rodríguez, y rival suyo, fue Diego de Villanueva (1715-1774), que fue hermano -¡se llevaban veinticuatro años!- del más importante arquitecto español de las últimas décadas del siglo, don Juan de Villanueva (1739-1811).
Juan de Villanueva estudió siete años en Roma, pensionado por la Academia de San Fernando. Durante su estancia en la Ciudad Eterna, entró en contacto con la Antigüedad, pero conoció también las originales creaciones de Piranesi. En 1768 (tras dibujar con José de Hermosilla, en 1766-1767, Antigüedades Árabes en Granada y Córdoba) logró ser nombrado arquitecto de la comunidad de El Escorial, lo que le dio ocasión de hacerse notar a personas de la real familia.
Su primera obra importante escurialense fue la Casa de Infantes (1771), para los infantes don Gabriel y don Antonio. Villanueva decidió transmitir a este edificio un estilo austero para que no desentonara de la fachada del monasterio frente a la que tenía que ubicarse. Arquitecto titular del príncipe de Asturias (que habría de ser el futuro Carlos IV) desde 1772, y encargado del edificio de El Escorial, en 1793 edificó la escalera del palacio en aquel monumento enclavado, y en sus cercanías las llamadas Casita de Arriba (casino elegante, para don Gabriel), y de Abajo o Casita del Príncipe, para el de Asturias, para quien también proyectó la Casita del Príncipe en El Pardo.
De 1784 datan los primeros proyectos de Villanueva para el Museo del Prado, y al año siguiente sería nombrado arquitecto real. Se trataba de erigir un edificio para Museo de Historia Natural con varias construcciones anejas. Pero en el proyecto elaborado en 1787, el plan se quedó en mucho menos y se circunscribió a un único edificio. El conjunto se estructura en torno de un ala central, a la que se accede por un pórtico, unido mediante sendas alas longitudinales a dos volúmenes cúbicos dispuestos en los extremos. El Museo del Prado (que Fernando VII destinó a museo de pinturas) es uno de los más bellos edificios europeos de finales del siglo XVIII.
Obras ulteriores de Villanueva en Madrid son: la Academia de la Historia (1788), el Oratorio del Caballero de Gracia (1789) y el Observatorio Astronómico (1790). Este último, levantado en un extremo de los jardines del Buen Retiro, es de planta cruciforme y está rematado por un original templete de columnas jónicas, que es el elemento más peculiar del conjunto. En 1791 reformó también la Plaza Mayor.
En Andalucía, se termina en esta época el edificio de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, obra iniciada a fines del siglo XVII, según proyecto del ingeniero militar Ignacio de Sala. Los palacios de Peñaflor y de Valverde, en Écija, son dos obras andaluzas importantes de estos tiempos. La fachada de la catedral de Murcia (1741-1754), del valenciano Jaume Bort, aunque en realidad no pertenezca al estilo clásico, es obra aquí enmarcada por su indudable importancia.
Por otra parte, en Cataluña fueron ingenieros militares quienes planearon la Ciudadela de Barcelona (así como el barrio de la Barceloneta y su iglesia) y la Universidad de Cervera, obras en que alternan los conceptos adornados del barroco y el gusto clásico. Asimismo, la fachada neoclásica de la catedral de Vic, de Carlos Morató, es digna de mención por su pureza.
En la capital catalana son varios los edificios importantes que entonces se erigieron, pero destacan especialmente el Palacio de la Virreina, empezado en 1772 para el ex virrey del Perú, José Amat, quien intervino personalmente en su diseño, y las fachadas, patio y escalera de la Lonja, obra concebida plenamente al estilo neoclásico, para alojar una antigua gran sala gótica de contratación. Se inició en 1772 y fue su autor Juan Soler y Faneca (1731-1794). Varias casas insulares se edificaron o reformaron entonces, como el Palacio Sollerich (1763), en Palma de Mallorca, obra de Gaspar Palmer.
Lo más importante realizado en Galicia bajo el imperio del barroco quedó ya consignado en su lugar. En el aspecto que ahora nos interesa, destaca la fachada de la catedral de Lugo, empezada en 1760 por Julián Sánchez Bort (1725-1784).
Observatorio astronómico de Madrid, de Juan de Villanueva. Encomendadas por Carlos III a este arquitecto, las obras iniciadas en 1790 en e! cerro de San Blas se prolongaron hasta 1847. El diseño de Villanueva, típicamente dieciochesco, está formado por un rectángulo, con un elegante pórtico y un templete circular en el centro compuesto por 16 columnas de granito.
Volver a Estilos Rococó y Neoclásico