Meissen creó, por su parte, una tradición artística que, partiendo del barroco, rápidamente se incorporó a las características del rococó, y su influjo alcanzó, no sólo a las otras porcelanas alemanas, sino también a las inglesas y a las de las fábricas de Doccia, en Italia, y a las de Capodimonte y del Buen Retiro, fundadas por Carlos III de España.
En Francia, en cambio, desde la primera fábrica de páte tendré, que se mostró activa por iniciativa particular, la de Saint-Cloud (1702), así como en la de Chantilly (del príncipe de Conde) o la Mennecy (del duque de Villeroy), se llegó al empleo de lo rococó tras una prolongada etapa en la cual predominó el gusto chinesco, que, como ya se ha señalado antes, habrá de ser una de las tendencias principales de este estilo.
Entre Meissen y la fábrica real francesa de Sèvres pronto se estableció una rivalidad; de este modo, mientras la porcelana sajona triunfaba en la superior calidad técnica y en el modelado de las figuras, Sèvres triunfó en las coloraciones, sobre todo en sus famosos matices que resultaron inimitables: blue du roí y «rosa Pompadour».
En Meissen destacaron, en la pintura chinesca, Johann Gregor Hóroldt y Adam Friedrich von Löwenfinck que hasta 1735 produjeron platos, tazas, búcaros y fuentes con graciosas figuras doradas o policromadas, muchas de ellas inspiradas en álbumes holandeses del siglo anterior, con escenas de ambiente chino o japonés. Hacia 1730 empezó a desarrollarse, también en Meissen, la aplicación de la escultura a la porcelana. En ello tuvo gran trascendencia, que se reflejó en toda Europa, el modelista escultor Joachim Kändler.
La gran aportación de éste fue crear infinidad de figuras que reproducen personajes de la corte sajona, tipos callejeros, pastores idealizados, escenas galantes y personajes de la Commedia dell’Arte.
En todas ellas destaca su vigor característico y siempre planea en ellas una intención satírica o meramente burlesca, unas veces más explícita que otras, que se expresa acompañada de un colorido llamativo, rico en contrastes. En las manufacturas de Höchst y de Frankenthal sobresalió otro gran especialista alemán de la figura: Simón Feilner, muy apreciado por sus personajes ingenuamente bucólicos, realizados a mediados del siglo XVIII. Pero, sin lugar a dudas, el mejor autor de figuritas y grupos de porcelana fue Franz Antón Bustelli, nacido en Locarno (Suiza italiana) en 1723. Gracias a Bustelli adquirieron un inmenso prestigio las porcelanas de Nymphenburg, en las que podemos afirmar sin riesgo a mostrarnos exagerados que se encarna el espíritu mismo del estilo rococó, con sus audaces curvas.
Bustelli se especializó en parejas o grupos entretenidos en escenas de galanteo, muy «rococó» en su sentimentalismo algo ligero y superficial, concebidos de tal forma que el menor cambio del punto de vista adoptado por el espectador ofrece aspectos completamente imprevistos e inesperadas variaciones de actitud. Por ello puede considerarse a Bustelli, además de un delicado escultor que muestran la maestría de sus composiciones, como un sutil ironista con plena conciencia de ello.
Capitana y Leda, de Franz Antón Bustelli (Residenz Museum, Munich). Procedentes de la escuela de Nymphenburg, estos dos personajes de la Commedia dell’Arte forman parte del conjunto de ocho parejas originales que se modelaron en los talleres de Bustelli. La simplicidad formal, fina y brillante, y la elegancia de los movimientos se adaptan perfectamente a las temáticas típicas de las damitas aristocráticas, los pastores de égloga y los gremios de artesanos.