La escultura religiosa experimentó asimismo, en esa parte católica de Alemania, un gran florecimiento de íntima inspiración rococó, aunque el imaginero de más valía trabajó ya a mediados del siglo. Fue Ignaz Günther (1725-1778), natural del Alto Palatinado, pero que ejerció su arte en Munich. Su bello grupo de la Anunciación, para la iglesia de los canónigos agustinos de Weyarn, data de 1764 y es una magnífica muestra de la escultura germana de corte rococó.
Asimismo, es obligado señalar que Prusia es la región histórica alemana en donde el estilo rococó -del que fue decidido entusiasta Federico II el Grande- llegó, bajo tales auspicios, a sus mayores delicadezas.
Aquel rey, amigo personal de Voltaire, estuvo imbuido de las mismas ideas francesas que prestaban razón de ser al estilo. Vale la pena detenerse, siquiera unas líneas, a analizar la figura de este personaje, que heredó un ducado que vivía cómodamente instalado en la tradición. Efectivamente, Federico II recibió en 1740 de manos de su padre Federico Guillermo I un ducado, Prusia, que no tenía excesivo protagonismo en una Europa que bullía de conflictos entre grandes potencias como España, Francia e Inglaterra, por ejemplo.
Precisamente, el esplendor de Prusia se inicia con el reinado de Federico II, quien, aparte de emprender una política militar que le llevó a ampliar los límites de su reino, puso en marcha una serie de iniciativas modernizadoras de gran calado.
De este modo, saneó la economía, en un estado de salud ciertamente precario debido a los años de guerras que había tenido que soportar Prusia, y aplicó muchas de las ideas que imperaban en la moderna Francia de esa época. Como se ha dicho, Federico II el Grande mantuvo una gran relación de amistad con Voltaire y, como muestra de ello, el filósofo francés tuvo una importante influencia en algunas de las medidas que emprendió el rey para reformar el sistema agrícola prusiano.
Así, Georg Wenzeslaus von Knobelsdorf, el arquitecto de este rey tan próximo a Francia en muchos aspectos, completó y rehizo el Palacio Real de Potsdam y se mostró hábil cultivador del más atractivo estilo rococó en el palacete de Sans-Souci, edificado también en Potsdam, en el centro del extenso parque de aquel nombre.
Este edificio era el refugio íntimo de Federico II, y se construyó entre 1744 y 1747 bajo planos trazados en colaboración con el mismo monarca, quien en no pocos proyectos deseaba participar muchas veces de una forma activa. Este palacio es, en realidad, un pabellón de una sola planta cuyo ambiente resulta extraordinariamente atractivo.
Se levanta en una terraza, en lo alto de una escalinata formada por invernaderos que se construyeron posteriormente. En su interior, especialmente en la biblioteca y en la graciosa cámara que el rey dispuso para Voltaire, cuando este escritor allí se refugió, el estilo «rocalla» se ofrece con un refinamiento prácticamente inigualado en cualquier otra construcción.
En España, el Transparente de la catedral de Toledo, obra de Narciso Tomé -al que se ha hecho referencia en su lugar-, realizado en 1721-1732, enlaza con el estilo rococó principalmente por su atrevimiento: es una capilla sacramental cuyo espacio queda concretado por la luz que irrumpe por un ojo del muro correspondiente a la giróla gótica del templo. Esta capilla abierta, a modo de trascoro, se halla encuadrada por una composición de columnas y drapeados.
Es una obra, pues (por los elementos de que se compone), aún plenamente barroca. En Valencia, donde el alemán Conrad Rudolf había introducido, a comienzos del siglo (con su fachada catedralicia), si no la forma, el espíritu del rococó, existe un edificio típico del estilo, doblemente interesante por ser obra exclusiva de un constructor español: es el Palacio del Marqués de Dos Aguas, proyectado hacia 1740 por el pintor y arquitecto Hipólito Rovira.
La composición escultórica de su portal alude a las aguas de los dos ríos que riegan Valencia, el Turia y el Júcar, representados en forma de dos figuras colosales, rampantes. El edificio tiene ventanas que se transformaron con estucos en 1867, pero cuyos marcos son todavía los originales, y muestran lo que pudo dar de sí el estilo rococó en España. En cuanto a la iglesia de Belén, en Barcelona, es también plenamente barroca, del estilo típico de las iglesias de la Compañía de Jesús (éste fue su origen), por más que contenga detalles escultóricos que hagan pensar en el espíritu del rococó.
