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Historia del Arte

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Otros retratistas (I)

Sus años de mayor éxito coincidieron con los de la liquidación de las guerras napoleónicas y la celebración de los congresos de Aquisgrán y Viena. Casi todos los altos personajes que Thomas Lawrence retrató aparecen en sus vestidos de ceremonias, o en sus actitudes características, como tributo del pintor y de la época a su personalidad. El éxito de Lawrence entre sus contemporáneos llegó a ser aún mayor que el que había obtenido Reynolds en sus años de gloria.

Sin los grandes conocimientos de Reynolds ni el genio de Gainsborough, Lawrence se muestra, en otros aspectos, más delicado. Demostró, sobre todo, suma destreza, y muy depurado gusto, lo que lo convirtió en el pintor oficial por excelencia.

Cabe destacar, por otro lado, que había sido un artista ciertamente muy precoz. A los diez años de edad logró ya ejecutar un retrato, lo que no es poco mérito, y a los veintidós uno de los suyos más importantes, el de la condesa de Derby, y pronto se le abrieron las puertas de la Academia, viéndose halagado por el favor real, que se convirtió en un gran impulso para su carrera.
Hay que analizar ahora los pormenores de su estilo.

La fluidez del mismo y su facilidad de ejecución se evidencian más en los retratos infantiles y femeninos, donde casaba mejor su trazo delicado y su visión refinada. Logró traspasar en ellos, al lienzo, la naturalidad y las suaves carnaduras de los rostros, la espontaneidad de las actitudes de los modelos, la dulce ingenuidad de las sonrisas, el brillo de los cabellos y aquella suavidad táctil de las sedas y de las muselinas.

Obviamente, al contemplar la obra de Lawrence no se puede dejar de pensar que se trata de un arte superficial, pero, por otro lado, hay que reconocer que produce una impagable sensación de vida. Y es precisamente a esta vitalidad a lo que prestaron atención los románticos franceses (como Géricault y Delacroix, por citar a algunos de los más renombrados), en su hastío de la pintura francesa neoclásica correspondiente a las épocas de la Revolución y del Imperio.

Lawrence, gran retratista de lo femenino, como ya se ha señalado, fue siempre objeto de un cariño apasionado por parte de las mujeres. Su apostura, sus elegantes modales y el arte con que supo adular a sus modelos femeninos, le complicaron extraordinariamente la vida.

Hubo también desde la segunda mitad del siglo XVIII buenos autores de retratos en Escocia. Los más importantes fueron: Allan Ramsay (1713-1784), que se perfeccionó en Italia, y sir Henry Raeburn (1756-1823), pintor que siguió las trazas del estilo de Reynolds, pero dotado de un realismo más sincero.

Decisión en la postura y franca policromía caracterizan su estilo. Sus retratos (de los que hay una buena colección en la National Gallery de Escocia, en Edimburgo), ofrecen un resumen muy completo de las personalidades escocesas contemporáneas. Retrató a algunos de los personajes más importantes de su tiempo en su país, como el poeta Robert Burns, a Walter Scott, a bellas escocesas de tez clara y rostro sereno, a la gentry de las Tierras Altas y figuras infantiles, que se cuentan entre sus obras maestras.

Raeburn no fue (como, por otra parte, Reynolds había sido en Londres) un mero espectador de los personajes de su ambiente, sino que va más allá y parece intimar y conversar con ellos; tal es el efecto que se desprende de esos retratos suyos tan característicos.

Capítulo curioso y típicamente inglés constituyen en esta escuela los retratos de caballos pur sang; a esta especialidad se dedicaron varios pintores que no carecen de talento; y entre ellos sobresalió, indudablemente, George Stubbs (1721-1806), que retrató a esos briosos corceles, muchas veces junto con sus propietarios. La especialidad de John Morland (1763-1804) fue, en cambio, la evocación de ambientes rústicos, generalmente, también con reses u otros animales domésticos.
pintura del siglo xviii en inglaterra
La reina Carlota de Thomas Lawrence (National Gallery, Londres). Éste es el cuadro que introdujo a Lawrence en el mundo aristocrático y le convirtió en el primer retratista de la corte, sobre todo tras la muerte de Reynolds. La esposa de Carlos III aparece aquí representada con gran meticulosidad y con un paisaje al fondo.

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