Esto puede explicar asimismo que en el arte augústeo predominen, sobre todo en la decoración vegetal, las plantas acuáticas y jugosas, como los acantos, la hiedra y las hojas de plátano, mientras que en el período siguiente del arte romano, cuando se impusieron las ideas filosóficas de los estoicos, para los cuales el elemento activador no era ya el agua, sino el fuego natural, aparezcan en la decoración vegetal una profusión de pámpanos de vid, que aluden a Dionisos, y hojas de roble, el árbol de Júpiter.
Son innumerables los atributos que por referirse a Venus se encuentran en el arte augústeo: tridentes de Neptuno, tritones, nereidas, hipocampos o caballos marinos y delfines.
En la anteriormente descrita y comentada estatua de Augusto de Prima Porta se ha hecho notar que al lado del César ataviado con atributos imperiales aparece una figura del amor cabalgando un delfín. Siempre se ha creído -y así se ha explicado en el presente- que era una alusión al origen troyano de la estirpe romana y al hecho de considerarse los Julios descendientes directos de Eneas y por lo tanto de Venus. Pero también se ha destacado que el emperador va descalzo, lo que es absurdo si se ha querido representar un cónsul en campaña arengando las legiones.
Descalzarse es un gesto universal, de todos los tiempos, que indica veneración a un lugar sagrado. Moisés se descalzó en el Horeb delante de la zarza ardiendo por orden de Jehová, y todavía hoy se descalzan los mahometanos antes de entrar en la mezquita. Lo más probable es que el Augusto de Prima Porta sea una imagen del emperador beatificado o heroizado, y ni tan sólo es posible justificar la edad del personaje por la que aparentan sus facciones. Un héroe ha de estar siempre en la flor de la edad, en la plena posesión de sus facultades físicas y mentales y con un cuerpo perfecto, idealizado.
En los objetos de uso privado, como muebles y joyas, es donde aparecen con mayor intención las alusiones místicas a la fe epicúrea. Algunos collares tienen la cerradura formada por dos delfines. Las damas que llevaban tales alhajas sabían que eran una promesa de regeneración simbolizada por Venus y las aguas.

Volver a Historia del arte romano