Detrás de la columna había un templo dedicado al emperador divinizado. Todo el conjunto monumental, casi intacto en tiempo de la invasión bárbara, hubo de causar indecible asombro a los descendientes de aquellos germanos que el gran emperador había domeñado.
Hoy el Foro de Trajano es uno de los monumentos más destruidos en Roma; sólo por milagro se ha conservado la columna erigida encima del sepulcro del emperador con el rótulo helicoidal de relieves donde se describen puntualmente sus campañas en la región del Danubio.
Ya Dante la vería así aislada: «Allí estaba historiada la alta gloria del príncipe romano», dice en la Divina Comedia. En aquellos relieves aprendieron, por decirlo así, la grandiosidad de su estilo los más grandes artistas romanos, como Rafael y Miguel Ángel. Este último decía, viendo un cuadro de Tiziano, que los venecianos nunca llegarían a la perfección artística porque no poseían una columna Trajana como la tenían ellos en Roma.
Realmente, desde cierto punto de vista, la columna de Trajano es también uno de los términos de llegada del arte en la antigüedad. Descansa sobre un pedestal cúbico, decorado con relieves con trofeos militares; después de una basa simple, como una corona de laurel, arranca la hélice de los relieves, los cuales describen paso a paso las campañas del gran emperador, y no puede uno menos de admirar con qué minuciosos detalles están descritos los sucesos; hay que tener en cuenta que el arquitecto Apolodoro de Damasco, director de la obra, había acompañado al emperador en sus expediciones militares; además también que él fue quien dirigió la famosa construcción del puente sobre el Danubio.
Es fácil, pues, que se representen con fidelidad hasta los accidentes del terreno y que muchas de las figuras sean retratos, de cuyo parecido podemos juzgar por el del emperador, que está representado no menos de setenta veces en el friso helicoidal.
Las escenas se suceden unas a continuación de otras; no hay un marco de separación para cada combate o cada momento de la acción, pero las figuras están habilísimamente agrupadas, y aunque el ambiente general continúa, fácilmente se comprende el sentido de cada cuadro.
Es el mismo estilo continuado de representaciones históricas que se adoptará en el arte cristiano. El rótulo gigantesco de la columna Trajana no es sino la ilustración de la crónica de las campañas, como un libro esculpido en el mármol. En ciertos momentos, las ilustraciones son de un realismo extraordinario, pero se advierte que el espíritu romano está en contacto con el elemento nórdico, romántico, de los pueblos bárbaros, que tenían que infundir su espíritu en los tiempos medievales.