Los mosaicos y su trascendencia al arte medieval



El mosaico romano desechó el concepto de la pintura, por así decir, impresionista, y derivó hacia un superrealismo pictórico, fantástico y expresivo, en el que el artista ampliaba detalles con gran exactitud y descuidaba la verosimilitud del conjunto.
Afines del siglo IV los mosaicos constituyen el principal elemento de la decoración; cubren suelos, hechos, por regla general, con pequeños cubos de mármol, y las paredes y las bóvedas de las salas principales, para las que se emplean taraceas de mármoles de colores, en combinación con diminutos cubos de reluciente superficie vitrea.
Estas técnicas y estilos trascenderán al arte medieval, como se puede ver en un mosaico provinciano hallado en Túnez, en el que se representa el Triunfo de Baco interpretado de nueva manera y con intención mística, moral -por tanto, anticipadora de lo medieval- y muy sugerente. El dios va acompañado de Eros, y es saludado por una entusiasta bacante. Todo el cuadro inmenso del suelo está lleno de pámpanos y de racimos, y en él aparecen y reaparecen tigres y amores.
La necesidad descriptiva de añadir detalles queda bien reflejada en dos mosaicos del Museo Arqueológico de Barcelona, procedentes de esta ciudad y de Girona, que representan carreras de cuadrigas en el circo. El de Girona presenta junto a las carceres de las que salían las cuadrigas, la firma del autor con una falta de ortografía (Cecilianus ficet por Cecilianus fecit). El de Barcelona informa de los nombres de todos los caballos y hasta del accidente ocurrido al volcar una de las cuadrigas.

 


Triunfo de Baco
Triunfo de Baco (Museo de Soussa, Túnez), mosaico hallado en Túnez.