El arte pictórico y la imaginería

Entre las manifestaciones de la pintura románica en España puede incluirse el gran tapiz de la Creación, conservado en la catedral de Girona. Tal como está actualmente, es sólo un fragmento, pero fragmento importantísimo y en perfecto estado de conservación. En lo alto, un personaje que representa el Año está acompañado de cuatros recuadros con figuras que representan las estaciones y los dos personajes heroicos Hércules y Sansón. En las cenefas de los lados hay otros recuadros también con figuras que personifican las labores de los Meses y el Sol y la Luna en sus carros tirados por cuadrigas de caballos y bueyes, respectivamente. En el centro, en disposición rodada, hay representaciones radiales de la Creación con el Demiurgo, Jesús imberbe, en el centro.
Las escenas bíblicas del tapiz de Girona están copiadas de miniaturas de manuscritos, algunos de los cuales serían antiquísimos. Este tapiz bellísimo produce la misma impresión que causa la portada de Ripoll: de algo muy remoto, no sólo antiguo, sino ya caducado y desaparecido; sin embargo, allí está repetido con ingenuidad tan convincente, que lo hace aparecer como actual y activo. El espíritu que creó el tapiz de Girona, como el que produjo la portada de Ripoll, era ya antiguo cuando se ejecutaron ambas obras, pero con su característica tenacidad conservadora, el genio catalán continuó produciendo frutos de belleza hasta cuando su hora de actividad creadora había pasado ya.
En la ilustración que adorna las páginas de los manuscritos es donde podemos percibir con toda claridad la diferente evolución de las culturas del centro de la Península y de Cataluña, independientes por completo la una de la otra en la época románica. Hoy vemos que tienen un origen o cimiento común en la ilustración de libros de la España visigoda. Aunque escasean los códices ilustrados de aquella época, se puede imaginar su carácter y aun su contenido en las series de miniaturas posteriores de los códices del Beatus, ya citados anteriormente.
Al llegar, en el siglo XII, a la región castellano-leonesa la influencia románica europeizadora, empieza a moderar y regularizar el arte de la miniatura como hizo en la escultura; el arte de los decoradores de libros se atempera algo con el contacto de gentes que venían en peregrinación, aunque no pierde nunca su carácter hispánico.
En cambio, en la región donde se había establecido la Marca Hispánica del Imperio carolingío, el proceso de evolución del arte de la miniatura siguió un curso algo diferente. Se nota también un profundo substrato de cultura visigoda, pero sumergida con aportaciones exteriores mucho más variadas que en la región castellanoleonesa. El siglo X fue para la Marca una edad heroica para adquirir y organizar cultura enciclopédica.
Ripoll, Roda, Cuixá, La Seu d'Urgell y otros centros culturales consiguieron reputación hasta más allá del Pirineo. El estado lamentable del Imperio carolingio, que durante el siglo X iba desintegrándose poco a poco, hacía deseable para lugar de estudio la Marca excéntrica, ajena a las luchas del feudalismo arrogante, siempre dispuesto a rebelarse contra los débiles sucesores de Carlomagno. Así se estableció una corriente de penetración e intercambio entre los cenobios de la Marca v los de Francia y el Rin; la Marca era también un primer descanso en el camino hacia Córdoba.
El resultado fue que se concentró en la región septentrional de Cataluña mucho del saber acumulado en los siglos anteriores. Duró poco tiempo: entrado el siglo XI y sobre todo el XII, las gentes catalanas se
endurecen v vulgarizan. Esta cultura catalana del siglo X y principios del XI es la que se ve tomar forma bella en la portada de Ripoll y en el tapiz de Girona, cuando la antorcha luminar estaba apagándose. Pero quedan otros dos monumentales testimonios de lo que fue aquel ardor cultural que se manifestó en la Cataluña del siglo XI. Son las dos Biblias, ahora famosas, de Ripoll y Sant Pere de Roda, manuscritos colosales por su tamaño v preciosos por su contenido, sobre todo por las miniaturas. Más que una ilustración, son un resumen sabio y bello de toda la ciencia bíblica de aquel tiempo. La primera, llamada también Biblia de Farfa, se conserva en la Biblioteca Vaticana; la de Sant Pere de Roda, llamada Biblia de Noailles, se encuentra en la Biblioteca Nacional de París.



Biblia de Sant Pere de Roda
Biblia de Sant Pere de Roda (Biblioteca Nacional de París). Fechada en el siglo XI, revela una escuela catalana de códices iluminados original, de gran soltura en el dibujo y dinamismo en la composición. También se la llama de Noailles, del nombre del mariscal francés que ocupó Cataluña en el siglo XVII, el cual se la llevó a Francia. Está pintada a la acuarela, lo que le confiere una ligereza que contrasta ostensiblemente con la mayoría de miniaturas de la época, que por su fijeza de trazo y color más parecen grabadas o incluso impresas.