La grandeza cluniacense


A cada lado de la puerta del nártex había dos grandes campanarios cuadrados con su flecha, el uno destinado a archivo y el otro a encierros o prisión de la abadía. La nave central, inmensa, estaba cubierta con bóveda de medio punto; las laterales, con bóvedas por arista. Se tienen noticias vagas de las esculturas que adornaban la puerta de entrada y que representaban la visión del Señor en majestad, bendiciendo dentro de la aureola almendrada, acompañado de ángeles y los cuatro Evangelistas.
Parece ser que este templo gigantesco ya estaba terminado totalmente cuando fue consagrado el 15 de diciembre de 1097, nueve años después de haber empezado las obras. Al lado de la iglesia estaba el claustro rodeado del refectorio, cocina, almacenes y bibliotecas, y las dos casas abaciales, situadas ya fuera del núcleo de edificios del cenobio.
Todas las dependencias del monasterio, así como las huertas y los jardines, quedaban incluidas dentro de una recia muralla, y otro recinto fortificado ceñía la pequeña población de Cluny, que se extendía sobre una pendiente de la próxima colina. Cluny permaneció intacto hasta la Revolución francesa, pero hoy puede decirse que nada queda de la gran iglesia y del cenobio, a excepción de parte de uno de los transeptos con una de las torres. En estos escasos restos conservados, los arcos son ya apuntados, y los capiteles del ábside que aún subsisten muestran un estilo saturado de un estético intelectualismo, que es característico de los monjes cluniacenses.
Si de esta colosal agrupación de construcciones de Cluny no quedan hoy más que reliquias insignificantes, en cambio subsiste casi intacta su abadía filial de Vézelay, también en Borgoña, con su gran iglesia, provista de un atrio espacioso y el ábside con girola, que en menor escala representa la copia reducida de la gran iglesia matriz de la abadía de Cluny.
Hemos hablado ya de Vézelay porque se vanagloriaba de poseer el cuerpo de Santa Magdalena y fue lugar de peregrinación internacional. La iglesia sólo tiene tres naves, pero la riqueza decorativa de los capiteles e impostas es la misma de que hacían gala los monjes cluniacenses en todas sus construcciones. Los arranques de las bóvedas están enriquecidos con fajas bellísimas de entrelazados rizos de parra, y los capiteles muestran múltiples escenas bíblicas o simbólicas entre caprichosas espiras de tallos de vid o de hiedra estilizados. Los monumentos de la Orden de Cluny tienen esta fantástica multitud de minúsculos animales: pájaros que se persiguen, centauros y leones, profetas y cantores, enredados en las espirales de una decoración vegetal. El estilo decorativo de los frisos ornamentales, con esculturas menudísimas, repletas de pájaros, hombres y animales que se persiguen por entre los rizos de las hojas de vid, fue aplicado no sólo a la arquitectura, sino también a los pequeños objetos suntuarios, muebles y piezas de orfebrería.


Coro de la basílica (Iglesia de Paray-le-Monial, Borgoña). Iniciada en el año 1109 bajo la dirección del abad de Cluny, San Hugo, presenta unas proporciones más pequeñas que las de la abadía de Cluny III, desaparecida a finales del siglo xvm, pero similar en cuanto a su estructura. Dotada de un único crucero con tres naves longitudinales, contiene en su interior tres cuerpos de arquería, trítono y ventanales, cerrada por una bóveda de cañón apuntado.