Naturalmente, los autores se veían obligados a tener en cuenta los esfuerzos que el público debía hacer, para imaginar la escena sin la adecuada escenografía.
Escuchemos, a este propósito, la invitación del coro del Enrique V de Shakespeare:
Suponed que dentro de este recinto de murallas están encerradas dos poderosas monarquías, y que un peligroso estrecho, cortado a pico sobre el océano, separa sus elevadas frentes.
Llenad nuestras lagunas con vuestros pensamientos; dividid por mil a cada hombre y dad vida, de tal forma, a un ejército imaginario.
Si hablamos de caballos, pensad que los veis estampando sus soberbios cascos en el terreno blando, donde quedan impresas sus huellas, porque es vuestra imaginación la que debe vestir con ricas vestiduras a nuestros reyes y transportarlos de un lugar a otro sin sujetarse a la medida del tiempo, resumiendo numerosos años en una vuelta de clépsidra.
Por esto os ruego que me aceptéis a mí, como coro de esta representación histórica, para la que ahora, como prólogo, solicito vuestra paciencia, rogándoos que escuchéis y juzguéis con indulgencia nuestro drama.