Tanto en Macbeth como en El rey Lear, la verdad histórica es menos precisa que en otras obras: Julio César, Antonio y Cleopatra, Coriolano, pues a pesar de basarse en hechos históricos más lejanos en el tiempo que los medievales o los patrióticos (Enrique IV, Enrique V, etc.), no por esto decae el interés de Shakespeare.
Por otro lado, le atrae más la universalidad de los hechos que la estricta veracidad de los mismos.
Así veremos cómo en Julio César, que puede considerarse como el mejor drama de este tipo, además del problema del poder se plantea el de la democracia, de si es o no oportuno que un pueblo se someta al gobierno de un solo hombre, emperador, rey ó lo que sea.
Shakespeare (y también esto es un signo de los tiempos) siente el problema en toda su importancia. Su héroe no es Julio César, sino Bruto, de quien condena el delito (el haber participado en la conjura para asesinar a Julio César), pero sin dejar por ello de reconocer sus razones.
El problema, como es notorio, aún no puede considerarse resuelto: la lucha entre gobiernos dictatoriales y gobiernos democráticos persiste todavía en nuestro mundo. Pero escuchemos las razones de Bruto, que le habla al pueblo después del asesinato de César:
BRUTO: ¡Romanos, compatriotas, amigos! Oídme defender mi causa y guardad silencio para que todos podáis oírme. Creedme por mi honor y respetadme por él, para que podáis creerme y juzgarme de acuerdo con vuestra rectitud. Aguzad vuestro ingenio para que podáis juzgar mejor. Si hay alguien en esta asamblea que le profesaba una amistad entrañable a César, a ese le digo que el afecto que Bruto sentía por César no era menor que el suyo.
Y si ese amigo me pregunta por qué Bruto se levantó contra César, le contestaré: No porque no amaba a César; porque amo más a Roma. ¿Preferiríais que César aún viviera y morir todos vosotros esclavos o que César haya muerto y todos vosotros vivir libres?
Porque César me quería, yo le lloro; porque fue afortunado, le celebro como valiente y le honro; pero fue ambicioso, y por ambicioso le maté. Hay lágrimas para su afecto, alegría para su fortuna, honra para su valor y muerte para su ambición. ¿Hay entre vosotros alguien tan abyecto que quiera ser esclavo? ¡Si lo hay, que hable, pues a él he ofendido! ¿Hay, entre vosotros, alguien tan estúpido que se niegue a ser romano? ¡Si lo hay, que hable, pues a él he ofendido! ¿Hay, entre vosotros, alguien tan vil que no ame a su patria? ¡Si lo hay, que hable, pues a él he ofendido! Aguardo una respuesta.
TODOS: ¡Nadie, Bruto, nadie!
BRUTO: ¡Entonces, a nadie he ofendido! ¡No he hecho con César sino lo que vosotros haréis con Bruto! Las circunstancias de su muerte quedan escritas en el Capitolio. La gloria no se atenúa, como tampoco se exageran sus culpas, por las cuales ha sufrido la muerte. (…) Y con esto acabo, que, igual que he muerto a mi mejor amigo por la salvación de Roma, guardo ese mismo puñal para mí propio cuando a mi patria le plazca desear mi muerte.
Y ésta es, por el contrario, la célebre réplica de Antonio:
¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme oídos! ¡Vengo a inhumar a César, no a ensalzarle! ¡El mal que hacen los hombres les sobrevive! ¡El bien suele sepultarse con sus huesos! ¡Esto ocurrirá con César!
El noble Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, ese fue un gran defecto, y César lo ha pagado gravemente. Con la venia de Bruto y los demás —pues Bruto es un hombre honrado, como todos ellos, que todos son hombres honrados— vengo a hablar en el entierro de César.
El era mi amigo, un amigo leal y sincero, pero Bruto dice que fue ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Trajo a Roma muchos prisioneros cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Parecía esto ambición en César? Cuando los pobres lloraban, César lloraba con ellos.
¡La ambición debería ser de una sustancia más dura! Pero Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Todos visteis que en las Lupercales le ofrecí tres veces una corona real, y la rechazó tres veces. ¿Fue esto ambición?
A pesar de ello, Bruto dice que fue ambicioso, y verdaderamente Bruto es un hombre honrado. ¡No hablo para desmentir lo que Bruto dijo! ¡Sino que estoy aquí para decir lo que sé! Todos le queríais, y con razón. Entonces, qué os impide ahora llorarle? ¡Oh raciocinio! ¡Has buscado asilo entre los animales, pues los hombres han perdido su razón! ¡Perdonadme! ¡Mi corazón está ahí, en ese féretro, con César, y he de callar…