Tener obras literarias escritas, también supone representarlas con una cierta dignidad, y por esto nacen los teatros. El primero que se conoce, es decir, el primer teatro “fijo” es el de Pompeyo, del siglo I a. J.C.
Los actores (considerados como gente sin importancia, y por lo tanto socialmente “inferior” por la moral de la sociedad romana), podían representar varios papeles, llevaban máscara y su número no era superior a cinco.
En cuanto al vestuario, se había conservado la costumbre griega de asignar a las distintas formas y colores determinados significados fijos.
Por lo tanto, el tipo de vestimenta y su color determinaban el papel representado por el actor. Se usaban los coturnos para interpretar papeles trágicos y otro tipo de calzado menos pesado para los cómicos.
En cuanto al edificio, sólo en parte era parecido al griego. Ya no se construía al abrigo de una colina y la grada solamente ocupaba la mitad del círculo (por lo que el proscenium era más amplio), y además podía protegerse de la lluvia o del sol cubriéndolo con una enorme lona llamada velarium.
Debemos añadir que el coro ha desaparecido, que los actores son todos masculinos, incluso para los papeles femeninos, y que la música ha asumido en parte la función de comentario que antes le correspondía al coro, interviniendo con comentarios cantados.
La comedia solía empezar con un prólogo y se desarrollaba mediante soliloquios, recitados por un solo actor, y coloquios sostenidos entre dos de ellos.
Como puede verse, se trata de un espectáculo distinto del griego. Más divertido, más ágil (a menudo, la acción iba acompañada y subrayada por una especie de danza), pero también menos incisivo. De hecho, la sátira estaba, por así decirlo, vigilada.
La sociedad romana, de fondo militarista, no permitía que las instituciones fueran ridiculizadas. Por ejemplo, nunca se habría admitido una crítica irreverente como la que hemos encontrado en Aristófanes.
Y esto porque las características del mundo latino eran bastante distintas del de la polis, y el ciudadano romano estaba obligado a anteponer la grandeza y por consiguiente, la intocabilidad del Estado a cualquier Otra consideración.
Así pues, la comedia, como cualquier otra actividad basada en la libertad de invención estaba encerrada dentro de ciertos límites. Pero el teatro, después de los recelos iniciales por parte de la autoridad, poco a poco se convirtió en una actividad indispensable para la vida social y el mismo Estado la subvencionó
Y un teatro estatal en el cual la entrada es gratuita, nunca ha podido evitar imponer limitaciones bien precisas a la actividad del dramaturgo.
