El único ejemplo que se conserva del primitivo teatro en lengua castellana, es el llamado Auto de los Reyes Magos, que ha llegado hasta nosotros en estado fragmentario y consiste, como su título indica, en un Misterio del ciclo de la Navidad, de autor anónimo, compuesto, probablemente, a finales del siglo XII o bien a principios del XIII.
Su argumento procede del evangelista San Mateo.
Uno tras otro van presentándose los tres Reyes Magos, quienes en sendos monólogos de gran ingenuidad, van diciéndonos, por separado, que han visto una estrella, y las dudas que abrigan acerca de esta visión.
Una vez reunidos, deciden seguir el maravilloso astro, que, seguramente, señala el Nacimiento del Mesías.
La estrella desaparece cuando llegan a Jerusalén, y ellos piden indicaciones acerca del lugar en que ha ocurrido el prodigio al rey Herodes, quien, al enterarse de que ha nacido otro Rey, procura ocultar su contrariedad y les pide a los Magos que una vez hayan dado con el lugar donde se encuentra el recién nacido, se lo indiquen, para acudir también él a adorarle.
Luego, al quedarse a solas, lamenta la aparición de un posible usurpador del trono y convoca a los sabios de la corte para preguntarles qué dicen las Escrituras acerca de todo ello.
Aquí termina el único fragmento conservado de la obra.
A pesar de su ingenuidad, muy propia de la época, se advierte en ella cierta preocupación por dar a cada uno de los personajes un carácter determinado: destacando claramente el escepticismo expresado por los Magos, la hipocresía y el enojo de Herodes y los maliciosos titubeos de los rabinos.