Es el mismo Enrique V quien procura librarse de remordimientos (en la historia de la Inglaterra medieval hay una larga serie de delitos entre príncipes para adueñarse del trono); pero esto no hace que deje de ser un héroe, en el sentido más elevado y menos retórico de la palabra.
Veámoslo en la víspera de la batalla de Azincourt, la que le abrirá las puertas para emprender la conquista de Francia septentrional (1415).
No, querido primo; si estamos destinados a morir, no es necesario que nuestro país pierda más hombres de los que estamos aquí; si tenemos que vivir, cuantos menos seamos,, más honor corresponderá a cada uno de nosotros. ¡Te lo ruego en nombre de Dios!, no desees un solo hombre más.
¡Por Júpiter!No ambiciono el oro y poco me inquieta que muchos vivan a mis expensas; me importa poco que otros usen mis vestidos; mis deseos no se nutren de estas cosas puramente externas; pero si codiciar honor es un pecado, en este momento yo soy el alma más pecadora que hay en el mundo. (…) Hoy es San Crispín; el que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: ‘Mañana es San Crispín’. Entonces se subirá las mangas, y mostrará sus cicatrices, diciendo: ‘Recibí estas heridas el día de San Crispín’. Día de una batalla gloriosa.
Enrique vencerá en Azincourt. Puede decirse que con esta victoria Francia queda indefensa, al alcance de sus manos. Pero Enrique, además de ser rey, de ser todo un soldado. también es joven.
Para él, el poder y la gloria no tendrían valor ninguno sin el amor. Por esto le hace la corte a la hermosa Catalina de Francia.
¡Por la Virgen!, Kate, si me pedís que escriba versos o improvise danzas para agradaros, seréis mi ruina; para una de estas cosas me faltan las palabras e ignoro el ritmo, para la otra no tengo ni la medida ni la fuerza necesarias, a pesar de que mi fuerza y medida son razonables.
Si pudiera conquistar a una dama a uña de caballo o bien saltando sobre la silla armado de pies a cabeza, modestia aparte, me costaría muy poco conseguir esposa.
Si me fuera necesario pelear a puñetazo limpio por mi bien amada o hacer caracolear a mi caballo para conquistar su amor, lograría salir con bien del trance como un carnicero o mantenerme a la grupa como un mono, sin caer.
Pero por Dios, Kate, yo no sé decir frases floridas con un nudo en la garganta debido a la emoción, ni tengo habilidad para expresar mis protestas amorosas; sólo sé decir buenos juramentos, un tanto enérgicos, que sin embargo sólo pronuncio cuando no hay más remedio, pero que mantengo a toda costa… Te hablo francamente, como lo haría un soldado.
Si tú puedes amarme tal como soy, acéptame; si no, yo te aseguro que moriré, y te digo la verdad, pero por Dios, no me moriré de amor, a pesar de que yo te amo de verdad.
Si quieres a un hombre así, acéptame. Al aceptarme, aceptas a un soldado; y al aceptar a un soldado, también aceptas a un rey.