Para completar el panorama de la comedia griega hay que hablar del mimo, una forma adulterada, mitad juego y mitad comedia, característica de la transición del teatro griego ya agonizante al romano; o sea, del paso de la civilización griega, ya agotada, a la romana, que toma de aquélla todo lo que cree apropiado.
Espectáculo casual, al menos en sus orígenes, se sirve de muy pocos elementos.
Nace en las plazas, probablemente de la disposición de los actores ambulantes a imitar (animales, personas, ruidos). De hecho, en griego, mimar significar imitar.
A esta tosca imitación debió añadirse paulatinamente un monólogo, y del monólogo probablemente se pasó a un tipo de diálogo bastante elemental.
Resumiendo, se trata de una comicidad espontánea, no estudiada y agresiva.
De todos modos, sabemos poco acerca de la importancia del mimo. Lo cierto es que nunca fue admitido en los teatros públicos y que siempre permaneció al margen de la verdadera vida de la polis.
Parece ser que también existió una forma menos grosera del mismo, en la cual se introdujeron cantos; sin embargo, también esto fue un fenómeno pasajero; el producto, siempre un poco casual, de una sociedad que, por el contrario, como ya hemos visto, había confiado a la representación escénica funciones mucho más elevadas y precisas.