Poco a poco la escena española fue adquiriendo el aspecto que adoptaría en el Siglo de Oro. Dos son los principales autores teatrales en el período correspondiente a la primera mitad del siglo XVI: Bartolomé de Torres Naharro y Gil Vicente.
El primero de ellos, que debió morir hacia el 1531, nació en las cercanías de Badajoz, y, como Juan del Encina, estuvo igualmente en Roma y se ordenó sacerdote. Alguna de sus obras se representó en la misma corte pontificia.
Reunió las ocho comedias que compuso en un libro titulado Propalladia, cuyo proemio tiene el mérito de ser el primer ensayo de preceptiva dramática de la literatura español, o sea la obra más antigua en que se reglamenta la composición de comedias.
En ella dice que las mismas son un artificio ingenioso de notables y finalmente alegres acontecimientos, por personas disputado, y que deben tener cinco jornadas o actos, como propugna Horacio, no requerir un número demasiado corto ni tampoco excesivo de personajes, y evitar las impropiedades.
Divide sus obras en comedias a noticia, de estructura muy sencilla e inspiradas en la realidad, y a fantasía, fruto de la imaginación y con argumento novelesco; perteneciendo al primer grupo Soldadesca y Tinellaria, y al segundo Himenea y Serafina,
A pesar de ciertos resabios medievales, Torres Naharro se halla ya francamente en la senda renacentista, por lo menos en cuanto al espíritu de su obra, la cual no sólo se aparta del género litúrgico o religioso común a todos los antecesores del autor, sino que ya es un preludio del teatro de Lope y Calderón.
No se ha podido precisar con exactitud el lugar de Portugal en que nació Gil Vicente (1465-1537?), a quien estudiamos dentro del teatro español, porque, a pesar de su cuna, escribió mucho en castellano.
Poco se sabe acerca de su vida, aparte de que fue músico, poeta, actor y autor, y que algunas de sus obras se representaron en la corte de Portugal, donde desempeñó algunos cargos.
Por el empleo de la poesía popular en su producción artística, se le ha llamado el Plauto portugués, aunque, de hecho, se halla posiblemente más relacionado con Aristófanes.
De él dice Menéndez y Pelayo que como artista dramático “no tiene quien le aventaje en la Europa de su tiempo”, a lo cual podríamos añadir que, también, supera a cuantos autores del teatro español le precedieron.
La característica más importante de la obra dramática de Gil Vicente es el ambiente lírico en que sabe envolver la acción y que obtiene a menudo con el empleo de cantares de la poesía popular, con lo cual aparece como un precedente de Lope de Vega.
En realidad, Gil Vicente es menos renacentista que Torres Naharro y está bastante más vinculado a la tradición; con todo, el gusto por lo popular que se observa en algunos de sus temas no le impide tratarlos con elegancia aristocrática. Su producción puede dividirse en tres grupos principales.
En primer lugar, las composiciones de carácter religioso, como, por ejemplo, el Auto da Feira, el Auto da Sibila Cassandra y la Trilogía das Barcas, esta última, sátira social y religiosa de tipo alegórico relacionada con el tema medieval de las “Danzas de la Muerte”; están luego las comedias y tragicomedias, entre las que figuran la Comedia do viuvo (del viudo), de asunto novelesco; la Comedia Rubena, de carácter fantástico, y Dom Duardos, de tema caballeresco, una de las más bellas de Gil Vicente, en la cual se describen los amores del príncipe Dom Duardos y la infanta Flérida, a la que aquél ha logrado enamorar dándole a beber un filtro amoroso.
Finalmente las farsas costumbristas son una animada galería de tipos populares: mencionemos entre ellas la Farga dos Físicos, en la cual satiriza a los médicos, la Farga das Ciganas (de las gitanas) y la Farga do velho da horta (del viejo de la huerta), en que describe los enamoramientos de un anciano.