En el Prometeo encadenado, encuentra su máxima expresión lo que había sido definido como la «impiedad» de Esquilo. Prometeo, figura mítica, le ha robado a Zeus el fuego (símbolo de la laboriosidad) para entregarlo a los hombres. Zeus le castiga haciéndolo clavar sobre una roca, donde un águila le devora el hígado a medida que éste se le reproduce.
Como puede verse, la situación trágica queda reducida a lo esencial. La obra es la primera de Esquilo en la que aparece un tercer actor, pero la razón de su importancia es otra. Una vez se la conoce, ya no cabe abrigar dudas acerca de los sentimientos de su autor, que ha sustituido la religiosidad pagana, convencional, por otro tipo de religiosidad.
Esquilo está firmemente convencido de que en el Olimpo hay «algo que está podrido», de que no podemos seguir amando a un dios cruel como Zeus; a un dios que condena, en la figura mítica de Prometeo, al mismo hombre.
Toda la tragedia se apoya en una «religión del hombre», de la laboriosidad y la libertad. En resumen, por medio del mito de Prometeo, Esquilo descubre la enorme cantidad de superstición que existe en el paganismo. Pero puede descubrirla porque sin duda existía en la masa popular algo que empezaba a sugerírselo.
Es en este sentido, en el que Esquilo representa una nueva conciencia de las cosas y del mundo; tanto es así, que a propósito de él se ha llegado a hablar de una especie de «presentimiento cristiano».
De todas formas, lo cierto es que en su obra hay una fuerza religiosa que va mucho más allá de la superstición pagana; como es cierto que hay una conciencia política que también adopta una posición enteramente crítica respecto a la tradición. Para terminar diremos que Esquilo no acepta el optimismo porque sabe que éste es peligroso para el futuro del hombre.
Tiene una fuerte pasión de verdad, quiere darse cuenta de qué es mito y qué historia en la vida del hombre de su tiempo, o sea del hombre de la polis.
Y de esta forma, su llamada impiedad, su furor poético, no son otra cosa que las armas con que se esfuerza en descubrir un camino nuevo, una forma de vida más razonable y sobre todo menos «aportadera de lutos».