La Comedia del Arte nace a finales del siglo XVI, y precisamente de esa costumbre de improvisar de la cual ya hemos hablado, al hablar del teatro del Renacimiento, introducida, sobre todo, en las comedias y farsas, de tipo dialectal.
Sólo que la Comedia del Arte, en lugar de morir con aquel tipo de obras, seguirá su camino durante más de dos siglos; e incluso cuando ya haya declinado frente a cierto tipo de representación dramática, habrá dejado surcos tan profundos que todo el teatro posterior se resentirá de ello, hasta llegar al circo, por lo menos en sus manifestaciones más teatrales.
¿Por qué nace en aquel momento, y de aquella forma? Evidentemente porque es precisamente en aquel momento cuando el teatro “literario” dio muestras de cansancio; y porque este cansancio coincide con la ausencia de dramaturgos excepcionales, capaces de dar un nuevo golpe de timón a la barca del teatro.
Tanto es así que no nace, por ejemplo, en Inglaterra, o en España, donde precisamente en aquel período se crea un gran teatro nacional; sino en Italia, donde el teatro ya ha tenido todo el tiempo de dar lo que tenía que dar.
De todos modos, en un principio, la Comedia no es otra cosa que una continuación de aquel camino popular, dialectal, que conduce de Maquiavelo al Ruzzante. Debido a su naturaleza, las comedias y las farsas comienzan a apoyarse más en el movimiento y en las burlas, en la improvisación, que en el texto.
Donde antes había el dulce suspiro hay ahora la sinceridad, alguna vez brutal, de los sentimientos populares; el teatro se convierte en un espectáculo para todo el mundo, y no sólo para cortesanos, el actor se aprovecha de la confusión cultural que advierte a su alrededor y, en cierto sentido, se venga de la tiranía impuesta por los textos anteriores.