Desde Italia, la Comedia del Arte se difundió muy pronto por toda Europa.
Las compañías de cómicos se trasladaron a los teatros europeos, y especialmente a Francia. Por otra parte, ciertos grupos de actores extranjeros o de aficionados imitaban sus procedimientos.
De esta forma nació una nueva dirección y finalmente un nuevo teatro.
Por otro lado, fue gracias a la organización espectacular de la Comedia que los actores pudieron transformarse en auténticos profesionales, reunidos en compañías “de votos” con una denominación social propia: los “Unidos”, los “Confidentes”, los “Fieles”, etc.
Lo que significa dar final y definitivamente una fisonomía no sólo profesional sino también social al actor, que hasta entonces había estado privado de ella.
Muy pronto, desde Francia, a la que se habían trasladado en un primer momento, desde París (donde trabajaban en francés en los mejores teatros), los cómicos se esparcieron por España, Inglaterra, Alemania, Austria, Rusia y Hungría, cosechando enormes éxitos y despertando en todas partes el entusiasmo del público.
El único obstáculo a su libertad de actuar fue a menudo la aversión de las autoridades eclesiásticas, excesivamente preocupadas por su libertad de lenguaje y de costumbres, que se explica fácilmente si se piensa en la calidad puramente popular de los espectáculos.
Pero los cómicos consiguieron ganar la partida, aun a costa de graves incidentes y de frecuentes prohibiciones por parte de la autoridad constituida.
Debido también, todo hay que decirlo, al hecho de que algunos de ellos ya eran tan famosos que influyeron en el poder político y en el eclesiástico.
Nombres como los de Ganassa (pseudónimo de Alberto Naselli), de Tiberio Fiorilli, de Domenico Francesco Biancolelli (aclamado en Francia como Dominique) resonaban por todas las cortes de Europa; y los cómicos del Arte eran los benjamines de un público internacional ya refinado hasta el extremo de olvidar para siempre la larga noche medieval.
De todas formas, la Comedia, desde finales del siglo XVI navegó viento en popa hasta poco después de la Revolución francesa, pasando triunfalmente por el barroco siglo XVII (del que reflejó algunos caracteres fundamentales) y por el ilustrado y científico siglo XVIII.
Y sólo después se fue apagando, no sin antes haber dejado sus semillas un poco por todas partes.
Semillas que luego germinarían de una u otra manera, sobre todo en el siguiente sentido: el de prestar atención al hecho del que vive el teatro, al ritmo de personas vivas que se mueven en un espacio y tiempo determinados.
Y cuando a principios de nuestro siglo la moderna dirección de escena volvió a tomar en consideración el problema de la representación, reaparecieron en el escenario algunas de las características de la Comedia, sobre todo en lo que concierne a la relación entre actor y escena.