Hemos aludido a un teatro medieval profano. En este tipo de representaciones, las obras más conocidas son las francesas, y francés es precisamente Micer Pathelin, tipo, más que personaje, que en cierto modo enlaza con los antiguos tipos del teatro pagano.
Micer Pathelin es un pobre abogado sin pleitos. Un día, empujado por la necesidad, va a la tienda de un mercader de tejidos y consigue que le venda a crédito una buena pieza de tela.
Pero cuando el comerciante se presenta en casa del abogado para cobrar, la mujer de éste finge caer de las nubes.
¿Cómo puede ser que su marido haya comprado una pieza de tela si hace días que no sale de casa porque está enfermo, casi agonizante?
El comerciante, después de ver a Pathelin en la cama, quejándose, desvariando y en pleno delirio, se va sin comprender si ha sido engañado por Pathelin o por algún diablo que ha tomado el aspecto del abogado.
Pero he aquí que el asunto se complica cuando llega el joven pastor que cuida las ovejas de las cuales el comerciante obtiene la lana para sus telas.
El pastor mata los carneros a garrotazos y los vende luego a un carnicero, haciendo creer al dueño que han muerto por contagio.
El dueño, sin embargo, consigue sorprenderlo con las manos en la masa y lo cita ante los tribunales. Micer Pathelin se encarga de la defensa del pastor y le instruye para que a cada pregunta del juez responda con un balido.
El juez, al final, se convence de que el muchacho, que no hace otra cosa que balar, debe ser un pobre tonto y le absuelve.
Lo que ocurre es que cuando Micer Pathelin, una vez ganado el proceso, reclama sus honorarios al pastor, éste responde balando de nuevo.
Y el astuto Pathelin no tiene más remedio que aceptar las consecuencias de la burla que él mismo había ideado.