La fierecilla domada fue escrita probablemente en 1594. Pero a medida que transcurrieron los años, Shakespeare se esforzó cada vez más en dominar lo que podríamos muy bien llamar el terreno de lo fabuloso, y por este camino llegó, en sus últimos años, a esa fábula pura, poblada de seres sobrenaturales, reyes, duques, esclavos, bufones y marineros llamada, La tempestad, una especie de adiós a la vida, porque aunque La tempestad no fue la última obra de Shakespeare (a pesar de afirmarlo muchos estudiosos), sí fue, seguramente, su última comedia.

De manera que el epílogo, dicho por Próspero, duque de Milán, parece un poco el epílogo de toda la obra shakesperiana; del Shakespeare de la madurez, retirado a Stratford-on-Avon, su pueblo natal.
Ahora ya no tengo espíritus a mis órdenes, ya no tengo poder para hacer encantamientos, y mi final será desesperado si no me ayuda una oración que por lo menos sea capaz de llegar al mismo corazón de la Misericordia, y así poder librarme de mis pecados. Así como vosotros buscáis perdón para vuestras culpas, que a mí me absuelva vuestra indulgencia.