Si no a todas, nos hemos referido por lo menos a las principales obras de Shakespeare; sin embargo, aún queda algo por decir de las comedias, que escribió alternándolas con las tragedias y las obras históricas.
Igual que las tragedias, también las comedias presentan caracteres comunes de unas y de otras; y al igual que en las tragedias, también en las comedias la fuerza fantástica de Shakespeare parece inagotable.
Estas últimas suman dieciséis, las tragedias once, y los dramas históricos diez.
Así como en las tragedias a menudo hemos encontrado ironía e incluso algo más que ironía, en las comedias encontraremos piedad y mucho más que piedad.
Porque Shakespeare no trabaja nunca siguiendo rígidas pautas, sino que concede la mayor libertad a su propia fuerza creadora, sin dejarse nunca atemorizar por anquilosadas clasificaciones. Entonces, ¿en qué consiste la diferencia?
Evidentemente, en la estructura de las obras. Shakespeare siempre parte de un motivo que lo mismo puede ser trágico que cómico; parte de la vida tal como él la concibe.
Sólo que en las tragedias sigue sobre todo (es decir, exalta, pone en evidencia) la parte trágica, mientras que en las comedias sigue sobre todo la parte cómica.
Así, por ejemplo, veremos escenas de El mercader de Venecia que rio son propiamente cómicas, pero que sí forman parte de una estructura y de una construcción que sí es cómica.
Otra diferencia, y notable, es que así como en las tragedias 3hakes-peare se mantiene más fiel a los hechos, conservando una visión más histórica, en las comedias concede toda libertad a la fábula y a la leyenda.
Por consiguiente, las comedias siempre son menos/ objetivas que las tragedias, son más arbitrarias.