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Historia del Arte

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Petrucho y la fierecilla

Naturalmente, como en las tragedias, también en las comedias hay sus mas y sus menos, hay momentos muy acertados y otros de menor fuerza; pero en todos ellos podemos advertir el mismo pulso, moviendo de continuo la materia; en todos puede advertirse inimitable imaginación de Shakespeare.

Un modo de imaginar que se alimenta fundamentalmente en un todo único de cosas extremadamente realistas, y en cosas extremadamente imaginarias. Véase, por ejemplo, la continua sucesión de imágenes existentes en el siguíente fragmento de La fierecilla domada.

Petruchio se ha propuesto «domar» a una muchacha de la cual se ha enamorado, y al fin lo consigue, tras un montón de divertidas complicaciones y animados cambios de escena.

Petruchio llega, y es Biondello, fiel servidor suyo (pero no hasta el punto de estar ciego), quien nos lo describe:

¡Eh!, que Petruchio vuelve con un sombrero nuevo y un jubón viejo; un par de calzas viejas, vueltas por tercera vez; un par de botas que deben haber servido de nido a dinastías de ratones, una con hebilla y la otra con cordones; una espada enmohecida, seguramente encontrada entre la chatarra en el arsenal de la ciudad, con el puño roto y sin punta ni vaina; a caballo de un rocín ensillado con una vieja silla apolillada y dos estribos desparejados; además la bestia está enferma de muermo y deslomada, padece tolano, está podrida de sarna, infectada de escrófulas, llena de aventaduras, cubierta de esparavanes, sucia de ictericia y de adivas, inútil de puro atacarle los vértigos, roída de lombrices, torcido el espinazo y dislocada de espaldas, empernada de delante y provista de un freno con una sola guía y de una cabezada de piel de cabra que, a fuerza de tirones para mantener en pie al animal, se ha roto por todas partes y ahora se sostiene por medio de dos nudos; una cincha remendada seis veces; y finalmente una grupera de terciopelo para mujer, con dos iniciales trazadas con clavos y recosida por todas partes.

wiliam shakespeare
Una escena de Noche de Epifanía, realizada por el Piccolo Teatro de Milán en el jardín del Palacio Grassi de Venecia.

Al final, Petruchio logra domar a su bella dama. ¡Pero de qué manera! Oigámosle:

Así, con un acto de política he inaugurado mi reinado, y tengo fundadas esperanzas de acabarlo bien. Ahora mi halcón está hambriento, tiene el estómago vacío, y hasta que no esté completamente amaestrado no me conviene cebarlo, pues de lo contrario jamás miraría un señuelo.

Además, aún tengo otro medio para amaestrar a mi halcón salvaje, para enseñarle a obedecer a su halconero; consiste en mantenerle despierto, y vigilarle, como se hace con los milanos que se enfurecen, se resisten y se niegan a obedecer.

Hoy no ha probado carne en todo el día, ni probará; la pasada noche no ha dormido, ni dormirá ésta. Igual que he hecho con la comida, sabré encontrarle defectos al estado de las camas, echaré las mantas a un lado, a otro las almohadas y las sábanas por todas partes; quiero que todo este ruido parezca debido al afecto y a la solicitud que siento por ella.

Resumiendo, la mantendré despierta durante toda la noche, y si se adormila, armaré tal alboroto que por fuerza tendrá que despertar.

A esto se le llama domar a las esposas con ternura; así doblegaré su extraño carácter testarudo. Si alguien conoce un procedimiento mejor para amansar a una mujer caprichosa, que me lo enseñe, y yo le haré un monumento.

La forma de domarlas es ciertamente ingeniosa.

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