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Historia del Arte

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Shakespeare y los dramas históricos

Shakespeare vivió de cerca la vida desordenada de los actores de su tiempo, participó en sus disputas, en sus placeres y en sus desgracias, y mientras tanto fue acumulando experiencia para su obra.

Una obra que tocó a un mismo, tiempo los temas más dolorosos y los más alegres, y en los que a menudo tragedia y comedia (como siempre ocurre en las grandes obras) son difíciles de separar y de distinguir.

En cuanto al orden de composición y representación de los distintos dramas, la cuestión es bastante compleja.

De todas formas parece ser que la primera obra shakesperiana fue el Enrique VI, escrita en 1589. Al Enrique VI siguieron: Ricardo III, Ricardo II y, hacia finales de siglo, el Rey Juan.

El Enrique IV, en dos partes, parece que fue escrita algunos años después, siguiéndole inmediatamente el Enrique V.

Varios años después de la muerte de la reina Isabel, o sea en 1613, Shakespeare escribió Enrique VIII dedicado precisamente al padre de la reina.

Todos estos dramas nos proporcionan uno de los aspectos más notables, cuando no el principal, de la fuerza dramática de Shakespeare.

Y todos ellos además de por sí mismos, también son importantes para darnos idea de cómo los isabelinos —y por consiguiente los ingleses del Renacimiento— entendían la historia. (Histories se llaman, en efecto, en el original, y la materia es efectivamente histórica, por lo menos básicamente).

Se trata de composiciones de distinto valor alguna de ellas escritas probablemente en colaboración con otros autores de la época, o adaptadas y cortadas por otros por exigencias escénicas.

Pero todas ellas, a pesar de su valor dramático distinto, están dedicadas a un único argumento: la historia de Inglaterra, la formación de la nación, desde 1200 aproximadamente —el rey Juan Sin Tierra— hasta 1547, muerte de Enrique VIII.

El ciclo no está completo (Shakespeare no hacía profesión de historiador), pero pueden encontrarse en ellas los momentos más críticos y al mismo tiempo más heroicos de dicha formación.

Por otra parte, si seguimos los dramas en el orden cronológico presumible, notaremos el progresivo acrecentarse de la fuerza dramática y poética del autor.

Pero todas ellas, o casi todas, están dominadas por la que fue la teoría política de la época. La mayor influencia, en cuanto a moral política, es la de Maquiavelo, pero un Maquiavelo alterado y simplificado, que sirve más de etiqueta que de otra cosa. Los residuos medievales son notables, y también notables, por otra parte, las influencias del naciente Barroco.

Pero la sangre, los asesinatos, las complicadas luchas por la sucesión al trono, etc., tienen una finalidad bien precisa; con todo ello, Shakespeare quiere mostrarnos cuanta sangre y ferocidad cuesta el poder; pero a través de este duro peaje pagado a la naturaleza, también nos dice cuál es el justo final del político y del guerrero renacentista.

Shakespeare y los dramas históricos

En cuanto a la moral, tal vez no pueda decirse que Shakespeare tenga una propia, ni que sea un moralista. Más bien siente fuertemente las ideas del tiempo, a nivel de cultura, y a nivel cultural se apropia de ellas encarnándolas en sus varios reyes y príncipes, mientras las empuja a crear a Inglaterra.

A menudo, las pasiones privadas de sus personajes no se distinguen de las públicas; el rey que baja al campo de batalla, también es, ante todo, un hombre.

Un hombre, nos sugiere Shakespeare, como él más humilde de sus palafreneros. Sin embargo esto, no priva que sea algo distinto y algo más en cuanto entra en el ejercicio de sus funciones.

He aquí, a propósito de esto, un fragmento de Enrique V, Enrique está hablando, en la oscuridad, con uno de sus soldados, aprovechándose de ella para fingir que no es el rey. El soldado no le reconoce:

…el rey es un hombre como yo; la violeta huele para él lo mismo que para mí, el cielo se le muestra, igual que a mí, y todos sus sentidos están sujetos a las mismas leyes que lo están los del resto de los hombres; desnudo de todas las ceremonias y la pompa que acompañan a la condición real, no queda otra cosa que el hombre, y si bien sus aspiraciones se elevan más que las nuestras, cuando tiene que volver a tierra lo ha de hacer con las mismas alas que nosotros.

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