El teatro isabelino es un lugar “habitado”, practicable; en él el púbico está en estrecho contacto con el actor, participa de cerca en la representación.
Se trata de un edificio de madera y ladrillos, de forma cilíndrica, perfeccionamiento del primitivo patio en el cual se solían dar las representaciones antes de que el teatro asumiera tanta importancia. (El primer teatro construido ex profeso data de 1576.)
El público, formado, en un primer momento, exclusivamente por hombres se sentaba en el interior de aquella O de madera, como la llamaba Shakespeare.
El escenario, aproximadamente a un metro y medio del suelo, ocupaba un sector del círculo y tenía dos pisos.
En uno se desarrollaba la verdadera representación; el otro (una especie de balcón sostenido por dos columnas) estaba reservado a determinadas apariciones, a escenas de amor, etc.
La escenografía era reducida; mejor dicho, casi no existía.
A menudo bastaba un tronco de árbol colocado a un lado del escenario para simular una selva; la mayoría de veces se contentaban con un simple cartel que llevaba escrito: Palacio, Plaza, Mercado, etc. Se anuló, por tanto, todo procedimiento realista.
La consecuencia fue que todo el peso del espectáculo se desplazó al actor; y el actor, ricamente vestido (a menudo se servía de los trajes dejados por los grandes señores de la época, comprados posiblemente a sus criados), confiaba sobre todo en la palabra.
En la palabra y en el ademán. También se utilizaban algunos muebles, cuidándose el empleo de joyas, cadenas, medallas, etc. por encima de la O de madera.

Al principio, la O de madera estaba descubierta; sólo más tarde se colocó un toldo, dándose el primer paso hacia el sucesivo teatro cerrado, todo de mampostería.
En lo alto del edificio había una pequeña cabaña recubierta de paja (el exterior del teatro también lo estaba) con un pendón quo llevaba la divisa del teatro.
Cuando la bandera estaba levantada era señal de que estaba a punto de empezar la representación y se arriaba cuando ésta había terminado.
La inminencia del espectáculo también se señalaba por medio de toques de trompeta de un heraldo colocado precisamente en el interior de la cabaña.