Algunos condicionantes, como la regla de pobreza seguida por esta comunidad carmelitana o que el edificio se dedicara a Santa Teresa, fundadora de esta orden y con una filosofía de vida muy acorde con los postulados de la Edad Media, marcaron irremediablemente la manera de diseñar este colegio teresiano situado en el barrio de Sant Gervasi de Barcelona.
Las obras iniciales, que preveían en un principio la construcción de un conjunto de tres edificios, las ejecutó otro arquitecto, hasta que en marzo de 1889 Gaudí asumió el proyecto. Esto supuso, entre otro condicionantes, que se encontrara con la planta y el primer piso del edificio ya determinados.
Gaudí se adaptó al presupuesto -más bien escaso si se compara con el que disponía para otras obras- y a las directrices marcadas por el anterior autor -determinados tramos no pudieron modificarse-, así como a la austeridad, ascetismo y sobriedad que esta orden eclesiástica requería. Sin llegar a abandonar su singular e imaginativo estilo característico, Gaudí efectuó un particular ejercicio de contención y proyectó un edificio de trazos contundentes y contenidos. En él la moderación, ausente en anteriores trabajos, es la protagonista. Al menos en las formas, ya que en el fondo el edificio está lleno de elementos simbólicos.
Gaudí concibió la fachada exterior del recinto, destinado a la educación de niñas y a la formación de religiosas, como un riguroso volumen de piedra y ladrillo en el que se incluyen algunos elementos ornamentales de cerámica. Esta rectitud y rigidez se quebranta al incorporar arcos apuntados de tamaños diferentes que cubren el piso superior de la fachada, así como una tribuna saliente. Se trata de un edificio rectangular en el que un gran eje longitudinal organiza el espacio interior y cuya planta se divide en tres franjas paralelas.
En el sótano un corredor alargado se extiende por la zona central, ocupada en la planta baja por dos grandes patios interiores que distribuyen la luz natural. Los pesados muros trasversales de soporte que Gaudí se encontró levantados en la planta baja los sustituyó, a base de arcos parabólicos, por simétricos pasillos alargados en los niveles superiores. Esta solución constructiva consigue por un lado eliminar el muro como elemento de soporte y por otro otorgar a la composición un gran dinamismo. Asimismo, estos arcos, revestidos de color blanco para acentuar la luminosidad.se encuentran separados por ventanas abiertas a los patios interiores. El resultado es una atmósfera tranquila bañada por una suave luz indirecta.
Durante la Guerra Civil, el edificio sufrió asaltos, saqueos e incendios que destruyeron parte de algunos elementos y detalles decorativos que jamás fueron repuestos. En 1969, la construcción fue declarada monumento histórico-artístico de interés nacional.
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