Menos clara es la relación que puedan ofrecer las labras escultóricas de Ripoll con las de la escuela de escultores marmolistas que floreció desde el segundo cuarto del siglo XI, y durante el XII, en el Rosellón. Fueron tallistas de admirables capiteles; pero dejaron también portadas y otros elementos escultóricos de señorial y fastuoso estilo.
La antigua portada del monasterio de Cuixá (hoy parcialmente reconstruido), los capiteles, de la misma procedencia, muchos de ellos hoy en el museo neoyorkino The Cloisters, la arquería que formó parte del monasterio de Serrabona, son muestras brillantes de esa actividad artística, con la que estuvo quizás en conexión un gran lapicida, anónimo, que trabajó durante la primera mitad del siglo XII y al que se ha llamado Maestro de Cabestany por el tímpano que esculpió para la iglesia de este pueblecito rosellonés.
Fue él quien labró, asimismo, la portada que existía en el monasterio de Sant Pere de Roda, de la que queda (con únicamente otros pequeños restos) el magnífico relieve que la debió presidir, pieza que se halla en la actualidad en el Museu Marès, de Barcelona.
Es posible que aquel anónimo maestro fuese un artista itinerante extranjero. Por otra parte, una verdadera legión de artífices nacionales trabajaron magistralmente la piedra caliza durante la fase de la plenitud del románico, aplicando especialmente su actividad a la labra de capiteles para claustros en un lenguaje escultórico de mucha personalidad.
Aparte lo que pertenece a los claustros de más primario carácter (como el de San Benito de Bages) o de la parte más antigua del de Santa María de l’Estany, debe mencionarse aquí la puerta de mármol que se ha preservado del antiguo templo catedralicio románico barcelonés, ciertas ménsulas de Sant Joan de les Abadesses, y lo esculpido en los claustros de Elna, en el Rosellón, en el del monasterio de Ripoll, o los de la catedral de Girona y Tarragona.
Uno de esos artífices se representó, incluso, a sí mismo ocupado en su labor (aunque, tristemente, su figurita aparece hoy decapitada), y firmó su obra en versos rimados latinos; fue Arnau Gatell, autor de los capiteles de otro claustro muy importante, el de Sant Cugat del Valles. De la perduración del estilo, durante el siglo XIII, conviene destacar los adornos esculpidos del interior de la catedral vieja de Lleida y los procedentes del castillo de Camarasa, en el Museo de Barcelona.
Reliquia y testimonio de la penetración del arte provenzal en Cataluña es la Virgen del claustro de Solsona. Pocas obras más delicadas ha producido la escultura de todas las épocas y países que aquella estatua que representa la Madre jovencita, con las trenzas largas de cabellos finos, que debían de ser hilos rubios dorados.
Para apreciar el contraste basta compararla con una Virgen contemporánea de la región castellana, venida no de Provenza, sino de Auvernia. Mientras la Virgen de Solsona es de piedra, acaso policromada, la Virgen de la Vega (Catedral Vieja de Salamanca) es de bronce dorado y esmaltado al estilo de Limoges.
Pero, además, el gesto, la diferente espiritualidad de ambas imágenes, refleja las dos tendencias de interpretación de una misma idea por el arte francoespañol.

ciudad. No se conservan documentos que fijen la fecha de su construcción, pero se supone que es de mediados del siglo XII.
Volver a Arte románico