Mientras Gaudí estaba acabando las obras del Palacio Episcopal de Astorga, Eusebi Güell, su amigo y mecenas, lo recomendó para levantar una casa en el centro de León. Simón Fernández y Mariano Andrés, propietarios de una empresa que compraba tejidos a Eusebi Güell, encargaron a Gaudí un edificio de viviendas con un almacén. El sobrenombre de la casa viene dado por el apellido del antiguo propietario de la empresa, Joan Homs i Botinás.
El arquitecto quería rendir homenaje a las edificaciones emblemáticas de León, así que diseñó un edificio con aire medievalista y numerosos recursos neogóticos. La obra consta de cuatro pisos, un sótano y un desván.
Se escogió una cubierta inclinada y se dispusieron torreones en las esquinas, con lo que el aire neogótico del proyecto se vio reforzado considerablemente. Para ventilar e iluminar el sótano, se creó un foso alrededor de dos de las fachadas, estrategia que se repetiría en la Sagrada Familia.
En el primer piso se ubicaron las viviendas para los propietarios, a las que se accedía por puertas independientes en las fachadas lateral y posterior Los pisos superiores acogían viviendas de alquiler y la planta baja se destinó a las oficinas de la empresa.
La puerta principal estaba coronada por una inscripción en hierro forjado con el nombre de la empresa y por una gran escultura de San Jorge, debajo de la cual se encontró, durante la restauración de 1950, un tubo de plomo con planos originales firmados por Gaudí y artículos de prensa de la época.
Los cimientos de la Casa de los Botines fueron motivo de debate durante la construcción de la obra. Gaudí había proyectado una zapata corrida, como la de la catedral de la ciudad, a pesar de la insistencia de los técnicos locales de construir sobre pilotes para alcanzar el suelo más resistente, ubicado a gran profundidad. Aunque hubo rumores que presagiaban el derrumbamiento de la edificación durante las obras, el conjunto no ha tenido nunca problemas estructurales.
En la planta baja el arquitecto recurrió por primera vez a un sistema de pilares de fundición que dejaban libre el espacio, sin necesidad de que los muros de carga lo distribuyeran. A diferencia de las obras posteriores, en la Casa de los Botines las fachadas todavía tenían una función estructural.
En la cubierta seis lucernarios sujetos mediante viguetas de hierro iluminan y permiten la ventilación del desván. El conjunto se apoya sobre un entramado de madera que hay sobre el sotabanco. En 1929 la Caja de Ahorros de León compró el inmueble y efectuó algunas obras de adaptación, aunque el proyecto de Antoni Gaudí apenas se ha visto alterado. Actualmente el edificio está ocupado por Caja España.

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