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Historia del Arte

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El gótico en Flandes durante el siglo XV (I)

Un milagro artístico como el que representa la aparición de esta pintura primitiva flamenca no ha dejado de despertar, en lo que va de siglo, la curiosidad universal. No sólo los críticos de Bélgica y Holanda, sino también los de Alemania, Francia e Inglaterra, realizaron esfuerzos, analizando las obras y no dejando papel de archivo sin revisar. Los resultados de esta búsqueda fueron sorprendentes; los antecedentes de aquel arte estaban en Francia y en la región del Rin.

Que la mejor parte de la fuerza artística de Francia fuera a concentrarse en los Países Bajos, se explica sin gran dificultad. Uno de los ducados feudatarios de la corona de Francia, el de Borgoña, se unió con los Países Bajos por el casamiento de la heredera de los condes de Flandes con el nuevo duque de Borgoña, llamado Felipe el Atrevido, hijo del rey de Francia Juan el Bueno.

Así, los amenos valles que se extienden entre el Ródano y el Loira, formando la Borgoña, tuvieron los mismos príncipes que los Países Bajos. Pero, además, el primer duque de Borgoña resultaba ser hermano del rey de Francia y de Juan, duque de Berry, ambos sumamente aficionados a las cosas de arte. Así el monarca que reinaba en Francia al finalizar el siglo XIV con el nombre de CarlosV, el bibliófilo y diletante duque Juan de Berry, para quien los hermanos Limbourg realizaron sus maravillosos Libros de Horas, y el duque de Borgoña, casado con la condesa de Mandes, eran hermanos y los tres sentían afición por libros, pinturas y bellos edificios.

Los duques de Borgoña pasaron la mayor parte del tiempo en su brillante corte de Dijon, o en su residencia de Hesdin, en el actual departamento del Paso de Calais, más que en Bruselas. Así, en lugar de trasladarse los artistas franceses a Flandes, los flamencos adquirieron en tierra francesa la finura y la elegancia de la Francia gótica, a la que confluían también influjos venidos de los vecinos territorios renanos.

La primera obra que los nuevos duques de Borgoña habían comenzado en Dijon era un convento para los frailes cartujos, en el que hicieron construir sus sepulturas. El lugar escogido al efecto era el vecino prado de Champmol, a dos tiros de ballesta de las puertas de la ciudad. Las obras de la cartuja de Champmol fueron comenzadas en 1385, y se continuó trabajando en las esculturas y decoración hasta bien entrado el siglo XV. Es hoy un montón de ruinas, pero se conserva intacta la puerta, decorada con las estatuas de los duques de Borgoña y sus santos patronos, en actitud de adorar a la Virgen.

Estas esculturas famosísimas fueron obra de un artista de los Países Bajos llamado Claus Sluter, nacido al parecer en Haarlem. Desde que en 1385 entró al servicio del duque de Borgoña, Sluter no se movió de Dijon, donde murió en 1406. Después de las esculturas de la fachada, emprendió la ejecución del Calvario, que debía ocupar el centro del claustro y del que no se ha conservado más que el basamento, conocido hoy con el nombre de Pozo de Moisés.

Esta peana, verdadera Fons Vitae, actualmente parece el brocal de un pozo, porque le falta lo que salía antes de dentro, que no era agua, sino linfa y sangre, ya que sostenía el grupo del Crucificado, con María y Juan. El Calvario ha desaparecido y no queda más que el pedestal hexagonal, decorado con esculturas de ángeles y profetas. De éstos, el más popular de todos es Moisés, que ha dado su nombre al pozo. A su lado está David, coronado y en actitud pensativa; después, Isaías, Zacarías, Daniel y Jeremías, cada uno con su expresión peculiar.

Sluter dejó un sobrino que cuidó de labrar las sepulturas de los duques. Estas sepulturas borgoñonas son en forma de sarcófago, con estatuas yacentes. La urna marmórea está decorada con estatuillas de personajes encapuchados, parientes y sirvientes que acompañan al féretro en el cortejo fúnebre. La célebre tumba de Philippe Pot (hoy en el Louvre) amplifica este tema de los encapuchados en llanto hasta realizar una construcción casi teatral, pero de una categoría artística excepcional.

Los encapuchados, en efecto, se han escapado del relieve y son aquí grandes esculturas policromadas y exentas, de tamaño casi natural. Este monumento de fines del siglo XV ha sido atribuido a Antoine Le Moiturier, último de los escultores flamenco-borgoñones que prolongaron la manera de Sluter hasta el Renacimiento.

Se sabe que en Dijon había otros artistas no franceses que trabajaban para la corte de los duques de Borgoña, a la que acudieron también italianos y españoles, como el escultor aragonés Juan de la Huerta, natural de Daroca. Sobre todo, allí trabajaron pintores flamencos, como Jean Malouel (o Malwel) de Limburgo, exquisito ilustrador de libros de horas, y Melchior Broederlam, nacido en Ypres, y que entre 1381 y 1399 realizó pinturas sobre tablas, algunas de las cuales aún se conservan en el Museo de Dijon, y son un antecedente seguro del arte pictórico que florecerá en los Países Bajos. En estas tablas procedentes de la cartuja de Champmol, Melchior Broederlam, el más destacado pintor del gótico internacional flamencoborgoñón, mezcla la más fabulosa fantasía con una fresca y vigorosa observación realista.

Así pues, los pintores y escultores de la corte borgoñona constituían, alrededor de 1400, el núcleo artístico más importante de Francia y de los Países Bajos, un núcleo cuya acción renovadora había de perdurar durante casi todo el siglo XV. En ese clima de aristocráticas fórmulas convencionales y bosquejos que presagian el arte futuro, delicados refinamientos y ásperos realismos, se configura una nueva situación.

gótico flandes
La lamentación por la muerte de Cristo de Petrus Christus (Museo de Bellas Artes, Bruselas). Petrus Christus fue uno de los pintores más importantes de Flandes tras la muerte de Van Eyck, del que fue discípulo. Nunca llegó a la brillantez de su maestro, aunque, en esta obra se puede apreciar la armonía en el uso de los colores, su principal valor.

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