En cambio, desgraciadamente, no tenemos ningún retrato que dé con absoluta certeza la fisonomía de Livia, la grave matrona que con él compartió honorablemente las cargas del poder. En un relieve de Ravena, la emperatriz está figurada al lado de su esposo, pero la cara ha sido destruida; otro retrato, de Nápoles, es de pésimo estilo; un tercero, en Aquilea, es excesivamente pequeño.
Acaso más que ningún otro da la impresión de la figura de Livia una estatua con diadema del Museo Vaticano, que es, con toda seguridad, de la época de Augusto. Su gesto es el tan peculiar de las estatuas funerarias griegas con manto del siglo IV a.C; mas por su severidad resulta tan romanizada, que se la tomó en un principio por personificación de las virtudes femeninas, y de aquí proviene el nombre de imagen del Pudor que se le dio de un modo harto arbitrario.
De Tiberio, el hijo de Livia adoptado por Augusto, se conservan multitud de buenos originales. Un retrato, sentado, del Vaticano inicia también el tipo del emperador glorificado que será frecuentísimo en la serie de las figuras imperiales, aunque esté poco en consonancia con la naturaleza enfermiza y la fisonomía afeminada de Tiberio.
Este aparece desnudo, sólo lleva un manto pendiente del hombro que cae sobre las rodillas, tiene el gladio en una mano y con la otra empuña el cetro imperial. Se conservan asimismo varios retratos de los dos jóvenes príncipes Cayo y Lucio César, nietos de Augusto y presuntos herederos del Imperio romano.
De Claudio también se conservan retratos en esta postura heroica de gran monarca divinizado; uno que está de pie, en el Vaticano, lleva cetro y manto y le acompaña el águila del mismísimo Júpiter.
Claudio, con sus grandes ojos, que parecen salirse de las órbitas, no adquiere majestad, a pesar del tono pedante con que lo ha querido dignificar el escultor. De Nerón hay varios bustos interesantísimos; en todos ellos tuerce la cabeza, sobre un cuello enorme en que se rizan los pequeños bucles de una barba no desarrollada. Los emperadores y los demás miembros de la familia de Augusto, a excepción de Nerón, quien quería dejarse la barba al modo de los antiguos filósofos, van completamente afeitados. Todos dejan caer los cabellos lacios sobre la frente, típicos de la familia; peinado que usaron también por adulación cortesana los demás patricios y allegados.
Muchos otros personajes han sido identificados no sólo por las inscripciones que se hallaban con los retratos, sino también por medallas. Los personajes secundarios de la casa imperial solían hacerse acuñar piezas de los metales en curso con soberbios retratos suyos o de sus parientes. Una alegoría de la persona conmemorada o el relieve de algún objeto que el difunto tuvo en estima llenaba el reverso.

Volver a Historia del arte romano