Juan Gris pintó Guitarra (La guitare) en mayo de 1913, antes de marcharse a Céret, donde trabajaría algunas semanas con Pablo Picasso y con el escultor español Manolo (Manuel Hugué).
El cuadro está dominado por una construcción de líneas’verticales; el paralelismo con las cuerdas de la guitarra, dispuesta en posición vertical, permite al espectador descubrir una y otra vez el objeto pictórico.
Resueltos con colores apagados, las bandas, los triángulos y los rectángulos descomponen y desplazan el instrumento, y en definitiva, visualizan como contraste de fondo los contornos exteriores de la caja sonora. Sólo las superficies coloreadas de la parte inferior derecha del cuadro y el detalle de un grabado sobre acero del siglo XIX distraen de la sencilla legibilidad del título.
Las superficies veteadas en tonos rojos y pardos representan el único espacio de la obra no construido de una manera claramente apreciable. Sólo la silueta externa se atiene a las formas determinantes del perfil, El cuadro dentro del cuadro se adapta a la disposición de las franjas longitudinales y está recortado o sobrepintado en os primitivos márgenes derecho e izquierdo del lienzo.
Como si de una cortina corrida se tratase, la franja longitudinal izquierda que delimita la pintura presenta un triángulo superpuesto, dando paso a la visión del escenario campestre en que se mueven una madre y su hijo. En esta obra se muestra de un modo especialmente afortunado el concepto de «arquitectura de superficies» desarrollado por el mismo Gris.
El pintor tiene cuadros similares en los que -a diferencia de un papel imitación de madera o un trozo de papel de pared pintado destinados a representar la materialidad de una cosa distinta- incorpora materiales cuya presencia real persiste en la obra. Otro ejemplo es el cuadro de 1913 Violín y grabado colgado, también de Gris, actualmente en el Museum of Modern Art de Nueva York.
En él, como se indica en el título, Gris Incorpora un grabado. En este contexto, Kahnweiler formulaba atinadamente la siguiente pregunta: «¿Por qué simular cosas que en realidad se pueden mostrar?».
Según Picasso y Georges Braque, Gris es uno de los principales representantes del cubismo. Su mérito radica en dar el paso del cubismo analítico al sintético, integrando en un sistema racional los nuevos principios constitutivos.
En Die Grundlagen der modernen Kunst (Las bases del arte moderno), Werner Hofmann señalaba la importancia de Gris en el cubismo: «En su fase analítica, el cubismo adopta una posición fluctuante tanto frente al objeto como frente al cuadro. El español Juan Gris contribuyó de una manera decisiva a aclarar esta situación ambigua, que no acababa de decidirse ni por el contenido objetivo ni por el formal.
Junto con Picasso y Braque, a partir de 1913 más o menos trató de establecer un equilibrio entre las exigencias de la geometría del cuadro y el mundo de la experiencia. Esto implicaba la necesidad de acercar de nuevo los medios constitutivos a lo objetivo sin que perdiesen autonomía. En última instancia es la percepción del espectador la que consuma y sanciona este «cambio» de una función a otra; él es quien decide si está dispuesto o no a relacionar una determinada estructura de líneas o de superficies con contenidos objetivos».