La huella del Islam en Persia, Turquía y la India

 

A mediados del siglo XIII, gentes mongólicas, extrañas a la raza árabe de Mesopotamia y a la aria de Persia, aceptaron el Corán. Una variedad de estas gentes originarias del Extremo Oriente -la de los turcos- se instaló en el Asia Menor, y desde allí se lanzó sobre el degenerado califato abasida de Bagdad, que había sustituido a los Omeyas, y más tarde sobre el fantasma del Imperio bizantino. La decadencia política de la dinastía abasida se inició prácticamente tras el final de su época de mayor esplendor, que coincidió con el gobierno de Harun al-Rashid, quien rigió con mano de hierro los destinos del califato de Bagdad durante los últimos años del siglo VIII y los primeros del siglo IX.
Del período heroico de Turquía son las mezquitas de Konya y Bursa, llenas de carácter y originalidad. Son una interpretación de antiguos modelos islámicos, pero realizadas de una forma original, genuina y exclusiva por parte de los turcos. Así, por ejemplo, la mezquita Ulu Cami, de Bursa, construida a fines del siglo XIV, parte del esquema de una sala casi cuadrada, de varias naves cubiertas con pequeñas cúpulas, y tiene dos altos alminares junto a sus esquinas.
Pero la gran figura de la arquitectura turca fue Sinán (muerto en 1578), artista cuyo genio, al igual que el de los grandes creadores del Renacimiento, marcó con el sello de su personalidad toda una época. No sería en absoluto exagerado afirmar que si en la Italia renacentista surgieron genios artísticos que han hecho historia, sea el caso, por ejemplo, de Miguel Ángel, en el Imperio turco del siglo XVI un artista tan relevante como el autor de la Capilla Sixtina marcaría un antes y un después en el destino del arte islámico. Entre los 318 edificios que Sinán, tan genial como prolífico, levantó se acostumbra destacar la mezquita Süleymaniye (1550-1557) de Estambul, inspirada en la estructura de la cercana Santa Sofía bizantina. Sinán, conocedor como pocos de las posibilidades técnicas de la arquitectura de su época y dotado de una gran capacidad para asimilar las características de los grandes edificios que pudo visitar, utiliza magistralmente el espacio cupular para hacer olvidar el peso de la gigantesca estructura. En su interior, no olvida las posibilidades que le proporciona la fantástica luz de la región y permite que la luz se difunda en todas direcciones e ilumine la cautivadora armonía de sus proporciones.
Unas líneas más arriba se decía que la obra de Sinán, quien sin duda merece figurar entre los grandes genios artísticos de la historia, supondría un punto de inflexión en la evolución del arte islámico. Y es que aparte de legar un gran número de importantes obras, su nueva concepción de la arquitectura habría de influir en el trabajo de artistas posteriores, que durante mucho tiempo se inspirarían en las magníficas construcciones que llevó a cabo el turco. De este modo, y como ejemplo de los muchos que se podrían citar, la influencia de Sinán es visible en multitud de edificios posteriores, como la Mezquita Azul o Ahmediye, en la misma ciudad de Estambul, levantada por el arquitecto Mehmet Aga en 1609-1616, no mucho tiempo después de la muerte de Sinán. En la Mezquita Azul, una de las construcciones más emblemáticas de la fascinante capital turca, la inmensa cúpula, una fabulosa obra, se apoya sobre pilares cilindricos.
La última y más gloriosa conquista musulmana fue la de la India. La llegada de los musulmanes, con su religión tan diferente e incompatible con el hinduismo, fue especialmente violenta en est enorme península, pues las castas superiores, que, obviamente, no estaban entusiasmadas ante la perspectiva de la dominación islámica, veían con temor las doctrinas islámicas. No hay que olvidar que una de las ideas esenciales de la religión musulmana es el rechazo de cualquier idolatría y de cualquier estructura social que se base en un rígido sistema de cíases.Y en las antípodas de esta forma de concebir la estructura de un pueblo se encontraban los estratos superiores de la sociedad hindú, que disfrutaban de notables privilegios gracias al férreo sistema de castas que justificaba el hinduismo.
Pero, poco a poco, el islamismo fue ganando adeptos entre las clases menos favorecidas de la sociedad hindú, que veían con muy buenos ojos las doctrinas de una religión que les acogía como iguales y no como individuos sin ningún tipo de derecho, como era el caso sobre todo de aquellos que ni siquiera tenían derecho a pertenecer a las castas. De este modo,
cuando se hizo evidente que el dominio islámico en la India no sería cuestión de unos días, muchos de los miembros de las castas superiores decidieron convertirse al Islam, en algunos casos quizá por convencimiento, pero, sin duda, en la mayoría de ellos por pura necesidad de congraciarse con los invasores y de este modo lograr mayores cotas de poder.
Volviendo ya al arte, en la India los estilos islámicos sufrieron modificaciones que después repercutieron en la evolución del arte árabe llegan incluso a influir de forma evidente en el Occidente musulmán. Así, los sultanes mongoles levantaron magníficas residencias de estilo persa, con patios y pabellones diseminados entre estanques y jardines. La forma de las mezquitas y alminares sufrió también modificaciones por la influencia de los edificios indios que tenían a la vista.

Fuerte Rojo, en Delhi

Fuerte Rojo, en Delhi. Llamado así a causa del color de su piedra, es una de las grandes construcciones militares llevadas a cabo por el emperador Shah Djahán. En la imagen, interior de la zona de baños.

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