La Transvanguardia italiana

El término Transvanguardia fue utilizado por el crítico italiano Achule Bonito Oliva para definir y agrupar a una serie de artistas -Paladino, De Maria, Clemente, Chia y Cucchi- que reunían unas características plásticas e ideológicas que los diferenciaba abiertamente de otros artistas. Por tanto, se trataba de una selección, realizada desde el punto de vista teórico, que veía en ellos una nueva lógica individual y sub-jetivista, apoyada desde las instituciones de su país. De este modo, nuevamente nos encontramos con una recuperación de las raíces culturales y de la herencia iconográfica del país. Enzo Cucchi (Morro d'Alba, 1949), por ejemplo, elabora el concepto de memoria, no entendida en este caso como memoria personal, sino concebida como el hilo conductor o la raíz milenaria que une el presente con el pasado. Las referencias que Cucchi toma derivan de artistas de diversos estilos y épocas históricas, como Carra, de De Chirico, Giotto, Piero della Francesca, Mas-saccio, Caravaggio y del carácter popular e ingenuo de los exvotos. Francesco Clemente (Ñapóles, 1952) describe el devenir transcultural o ahistórico mediante metáforas surgidas de intuiciones personales de origen complejo y diverso, y que tienen una gran capacidad de conexión con el mundo exterior. Para Sandro Chia (Florencia, 1946), el fragmento es el medio de acotamiento de territorios personales que reflejan las pasiones, la ficción y el enigma. Chia recurre a Picasso, Boccioni, Sironi, Baila, Carra y De Chirico, y los hace participar de su deseo por mostrar la inexistencia de fronteras entre el sujeto y el objeto, el dentro y fuera del hombre.
La obra pictórica de estos artistas, fundamentada sobre un análisis crítico, se realiza dentro de una práctica -la pintura- que renueva la misma conciencia de esta creación subrayando su especificidad. Los artistas protagonistas de este "fin de siglo" no tratan tanto de convencer como de interrogar. En este contexto, ahora, todo es posible, incluso la pintura.