La casa romana, su decoración

La casa romana, que había comenzado siendo tan sólo un atrio, una habitación común para todo y también para todos, fue después aumentando sus dependencias de modo indefinido. El primer atrio se rodeó de cámaras por cuatro lados; después se le agregó otro atrio con nuevas habitaciones, y muchas veces también detrás un jardín con un pórtico posterior. Así, la casa sufrió, como todas las demás producciones del arte y de la vida, la penetración de las ideas helenísticas, y aun conservando el atrio tradicional, se transformó con el patio, los pórticos y columnas en una casa griega.
Estaba ya dotada de patio la llamada casa de Livia, en el Palatino, morada de algún personaje importante de la familia imperial, acaso el propio Augusto, acaso Germánico, que se conservó después por respeto englobada en las grandes construcciones posteriores. En muchas casas de Pompeya se encuentran también los dos elementos: después de un pequeño vestíbulo que conduce al atrio tradicional romano, con su impluvium en el centro, se encuentra un patio con pórtico a la griega.
Los triclinia, o alcobas del atrio de las casas romanas, están decorados con mármoles y más a menudo, por economía, con estucos pintados, entre los cuales se distinguen cuatro estilos. Al principio, la pared se ha decorado con revestimientos, con molduras pintadas que imitan a veces puertas y pilastras, pero todo figurado como si fuera de relieve en la pared. Este procedimiento constituye el primer estilo de la decoración romana, llamado de las incrustaciones, porque los revestimientos simulados con el fresco parecen incrustaciones de materiales más ricos que los de la pared.
El segundo estilo de decoración de las casas de Pompeya, que parece algo posterior al de las incrustaciones, es el que se ha llamado estilo arquitectónico, porque en la pared se han figurado elementos arquitectónicos en perspectiva, que tratan de dar idea precisamente de verdaderas construcciones, con columnas avanzadas que figuran destacarse del muro para producir así un efecto de profundidad que ensanche la habitación.
Este segundo estilo deriva, evidentemente, del anterior. En las primitivas casas republicanas, los revestimientos son simplicísimos, representando tan sólo almohadillas de mármol, mas pronto avanzan los elementos arquitectónicos para figurar la perspectiva. La decoración de la casa de Livia, en el Palatino, fluctúa entre los dos estilos: ciertas partes de esta decoración son ya del estilo arquitectónico; otras, en cambio, pertenecen aún al primer estilo de las incrustaciones. Hay allí un delicioso motivo de revestimiento plano, combinado con medias pilastras, y unas guirnaldas de hojas y frutos, como las que decoraban el interior del Ara Pacis, que ya dan la impresión de relieve o de proyectarse fuera de la pared.
Pero la fantasía arquitectónica se va exagerando con el tiempo: avanzan más las columnas, que se hacen cada vez más realistas, y entre estos pórticos pintados se figuran paisajes bellísimos, llenos de naturalismo, o ventanas con panorama al fondo. Por fin, prosiguiendo en la misma idea, toda la pared se divide en columnas o pilastras, las cuales dejan también ver entre ellas pintorescas composiciones. En una villa imperial situada fuera de las murallas de la propia Roma, el efecto resulta todavía más exagerado, porque toda la pared está deliciosamente decorada con la vista de un vergel florido; los árboles más graciosos se yerguen hasta el techo, llenos de pájaros multicolores; en el centro del plafón, una fuentecilla brota de entre las hierbas. Esta no podía llamarse, en verdad, composición del estilo arquitectónico, pero el principio decorativo es el mismo: se trata sencillamente de ensanchar la habitación con perspectivas figuradas.
El tercer estilo de decoración mural romana es el llamado estilo ornamental. Aquí ya no se trata de dar la ilusión de la profundidad; toda la pared tiene, por lo general, un tono uniforme. Es blanca o negra o de un rojo intenso llamado pompeyano, pero en esta intensa nota de color se destacan mil adornos en miniatura: frisos con pequeñas guirnaldas, fajas verticales con entrelazados, guirnaldas, máscaras y cestitos y, sobre todo, los paños colgantes; están dispuestos estos mil elementos de un modo apacible, procurando sólo que con sus colores complementarios apaguen la nota demasiado intensa del campo uniforme de la pared.
La parte más rica de esta decoración ornamental son las fajas, llenas de figuras de amorcillos jugando y de escenas caricaturescas. En su origen parece probable que estos frisos se aplicaran en pinturas al vidrio; de otro modo no se explica la minuciosidad con que están dibujados todos los detalles, impropia de la decoración al fresco. Debió de corresponder este estilo ornamental a la moda imperante durante el reinado de Nerón, porque los restos de estucos y frescos que decoraban su Domus aurea están compuestos según este tercer sistema de decoración mural.


Decoración de la casa de Livia
Decoración de la casa de Livia, en el Palatino romano. La pintura parietal romana, que sólo conocemos hasta el año 79, fecha de la erupción del Vesubio, se ha dividido en cuatro estilos. El primero es de influencia helenística y en el segundo, al que pertenece esta decoración, la arquitectura pictórica, dispuesta en zonas verticales, enmarca cuadros llenos de fantasía.

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