Las pilastras y el arquitrabe están cubiertos de una seca ornamentación de acantos; uno de los relieves representa al emperador y su esposa. El arte romano empieza a hacerse áspero y recargado; parece que confía solamente en la profusión de los elementos decorativos, en el realismo de sus representaciones y en una técnica escultórica que produce relieves equivalentes a pinturas con luces y sombras fuertes.
También la arquitectura seguía un proceso de progresiva transformación técnica; avanza atrevidamente, y se muestra, sobre todo en Roma, si no original, vivaz y animosa en la edificación de ciertas construcciones monumentales que de este período han logrado llegar hasta la actualidad, por lo menos en forma de imponentes ruinas.
Todavía hoy, las termas construidas en Roma en tiempos de Caracalla, el hijo y sucesor de Septimio Severo, cuyas ruinas se yerguen al pie del monte Celio, constituyen una elocuente prueba de la habilidad y capacidad de los arquitectos romanos de entonces. Sin exageración puede afirmarse que los restos de aquellas termas son las más gigantescas ruinas del mundo romano.
El esqueleto de este enorme edificio, descarnado de los mármoles y estucos que un tiempo le adornaron, muestra un dominio perfecto de la técnica aplicada a la edificación colosal, en forma de bóvedas que se combinan para cubrir una planta ingeniosamente trazada, compuesta por salas circulares y poligonales. Porque, como la bóveda de la sala central era la más alta, hubo necesidad de apuntalarla construyendo otras salas laterales con bóvedas más bajas.
Estas termas tenían en el centro, como lo indican sus restos, una gran sala, dotada de amplia piscina para los baños; junto a esta sala se hallaba el tepidarium, o sala destinada para que los bañistas deambularan sobre un piso artificialmente calentado, y había además otra sala circular, con una cúpula. Detrás de este cuerpo principal del edificio, se extendía una amplia palestra, con un pórtico a su alrededor, y con las dos bibliotecas y el pedestal que sustentaba la estatua del emperador bajo cuyo reinado se realizó la obra.
Pero lo que realmente maravilla de esta edificación son, como se ha dicho, las bóvedas. Ni contando con los recursos de la construcción moderna se intentaría hoy realizar un conjunto abovedado de tales dimensiones sin recurrir al apoyo de un esqueleto de hierro.
