Románico catalán

Eran habilísimos constructores de claustros y campanarios. Estos y aquéllos podrían creerse trasplantados desde Italia septentrional o desde el sur de Suiza, tal cual son. A veces, en las iglesias de las zonas montañosas los campanarios son cilindricos o bien prismas altísimos, de esbeltísima delgadez; en cambio, en los cenobios importantes el campanario toma el aspecto de robusta torre cuadrada y almenada, como si fuese la de una fortaleza, con sus pares superpuestos de huecos cilindrados y generalmente ajimezados. Pueden ser torres exentas, aunque de ordinario conjugan con la planta del edificio, y aún las hay (como en Sant Pong de Corbera, Barcelona) que coronan el cimborrio.
En los claustros hay columnas pareadas y arcadas cuya serie interrumpen, algunas veces, macizos pilares. Las arcadas son semicirculares y poco molduradas. Como rareza, son trilobuladas las del monasterio de Sant Pau del Camp, en Barcelona. Son, pues, claustros idénticos a los de Lombardía y Provenza.
La actividad de esos equipos de edificadores hubo de iniciarse en Cataluña entre el primero y el segundo cuarto del siglo XI, y puede decirse que la pobló entonces de iglesias, cuyas variantes tipológicas se han podido establecer. Pero el estilo arraigó en el país, y de acuerdo con sus módulos siguió construyéndose allí hasta la transición al gótico.
Ya se lleva dicho que es un estilo arquitectónico que no se presta, por su misma naturaleza, al exorno externo. Son muy escasas, por ejemplo, las portadas esculpidas. La regla general fue que la importancia que se pretendía dar a la portada era basada en sus cualidades lineales. En la portada de Porqueres (provincia de Girona), se encuentra, sin duda, el ejemplar que muestra de un modo más evidente la significación de esa estética que ambiciona basar de modo exclusivo el ideal de su belleza en la pureza de las líneas.
La famosa portada de la iglesia del que fue cenobio de Santa Maria de Ripoll (la cual está siendo objeto de continuas restauraciones al estar afectada por el llamado "cáncer de la piedra") constituye la gran excepción. Mucho se ha discutido acerca de su cronología; hoy se la suele considerar del primer cuarto del siglo XII. Pero su aspecto es muy arcaico. Es un gran cuerpo o paño de labores escultóricas que se esparcen, en ordenado reparto, a ambos lados del único hueco central, en medio de cuyas columnas laterales se yerguen las estatuas, hoy mutiladas, de San Pedro y San Pablo. La admirable decoración simétrica dispuesta en zonas superpuestas incluye escenas bíblicas, que van acompañadas de leyendas, figuras humanas y de animales reales o fabulosos, así como relieves con representación de los meses del año. Todo se halla actualmente muy estropeado, pero el conjunto sugestiona todavía por su armoniosa belleza. No parece que se deba dudar
acerca de haberse inspirado su temática en algún códice salido del famoso scriptorium de ese ilustre monasterio fundado por la primera estirpe condal catalana y gobernado a principios del siglo XI por el abad Oliba, y que tanta significación tuvo para la reconquista espiritual de Cataluña.
Todo el saber acumulado en Ripoll durante los siglos IX y X se organizó y completó en tiempo del abad Oliba, hijo de los condes de Besalú. La iglesia abacial de Ripoll había sido reedificada ya dos veces desde la primera obra de Wifredo; la segunda, con una fuerte infiltración de estilo mozárabe. Oliba la reconstruyó con estilo lombardo e hizo una gran basílica de extraordinaria simplicidad constructiva. Pero los temas de las fajas de relieves que cubren el muro de la fachada son los que se encuentran en los manuscritos procedentes del monasterio. Uno de ellos es una Biblia que, después de ser regalada a San Víctor de Marsella, fue al monasterio italiano de Farfa y está hoy en la Biblioteca Vaticana.

Claustro del monasterio de Sant Pau del Camp
Claustro del monasterio de Sant Pau del Camp, en la ciudad de Barcelona. El pequeño claustro, que data del siglo XIII, tiene cuatro entradas terminadas con arcos trilobulados. Las columnas de apoyo de los arcos son geminadas y sus capiteles están decorados con motivos animales y vegetales. El conjunto es uno de los edificios románicos mejor conservados de la ciudad.

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