Gracias a las prospecciones arqueológicas y a las fuentes documentales, podemos reconstruir cómo fue la antigua estructura románica, en origen totalmente abovedada. En esta ocasión se desechó el típico modelo basilical en favor de una planta cruciforme, muy alargada, con una amplia y única nave de casi doce metros de anchura; un formidable transepto con cuatro absidiolas curvas y un cimborrio, en construcción en 1049; y una cabecera semicircular también de considerable desarrollo.
Por testimonios escritos del siglo XVIII, confirmados en las excavaciones de mediados del XX, sabemos además que sus muros se decoraban con pinturas románicas: «la pintura que coje la media naranja del presbiterio, en donde está descifrado una figura grandísima del Salvador».
Esta tipología de nave única gozará de notable arraigo en el ámbito catalán (Frontanyá, Serrateix, Corberá…) aunque, en ningún caso, sin igualar las considerables proporciones de esta catedral. Por otra parte, los cinco ábsides evidencian la adopción por parte del cabildo de las fórmulas templarías de los monasterios.
En la segunda mitad del siglo XII, se añade a los pies del edificio una tribuna, elemento cuya presencia es habitual en las iglesias catalanas de esta centuria (Cuixá, Serrabona). Su construcción se vincula con la ampliación del coro de los canónigos, auspiciada por la reforma disciplinaria y espiritual del cabildo y la consiguiente valoración de la vida en común que ésta entrañaba.
Frente a la catedral de Vic, y formando parte del conjunto, se levantó el templo de Santa María, considerado romano en el siglo XVIII. Según X. Barral, por su planta circular, frecuente en el románico de la región, pertenece a un grupo de iglesias centralizadas, muchas de ellas del siglo XI.
También de mediados de esa centuria y coetánea a la cripta es la potente torre campanario. De alzado cúbico, sus cuatro pisos se realzan con los característicos motivos lombardos del primer románico: frisos de sillares en esquinilla taladrados con arcos de medio punto doblados y enmarcados por resaltes cuadrangulares sobre los que se disponen las típicas arquerías ciegas.
Este sistema constructivo y ornamental de origen lombardo conoció una amplia difusión desde el norte de Italia hasta Cataluña (Ripoll, Cuixá, Gerona…) y la región de Borgoña gracias a su sencillez, eficacia y economía de medios.
De hecho, utiliza el sillarejo de pequeño tamaño rústicamente desbastado, pero bien ordenado, a la manera de las edificaciones romanas de ladrillo. Su principal distintivo es la decoración arquitectónica descrita que, con sus entrantes y salientes, contribuye a animar las superficies lisas de los muros y refuerza la solidez de los mismos.
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