Un claustro, adosado a la nave del mediodía, completa el conjunto. De planta cuadrada, se abre con arcadas de medio punto que voltean sobre hileras simples de columnas, salvo en la crujía oriental, que se destruyó en la remodelación del siglo XVII.
Los capiteles se adornan con variados y abundantes motivos zoomorfos (águilas, arpías, grifos, leones, simios…), figurativos (juglares y en particular personajes desnudos y vestidos en cuclillas) y, sobre todo, vegetales. Aunque prevalece el tema del enfrentamiento de hombres y leones (alusivo a la lucha contra las fuerzas del mal), la mayoría de los asuntos cincelados tienen un mero carácter ornamental, sin llegar a configurar un programa catequético definido.
Llama la atención el capitel decorado con unos simios acuclillados y con las manos sobre las rodillas mostrando los genitales, seguramente alusivos al vicio de la lujuria.
La dureza del granito contribuye a imprimir rusticidad a los relieves, si bien es evidente el buen oficio de los canteros encargados de su labra, capaces de superar las limitaciones impuestas por un material tan poco apto para el trabajo del cincel. La proximidad de su arte con la escultura de San Miguel de Cuixá y el priorato de Serrabona revela su deuda con los talleres roselloneses.

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