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Historia del Arte

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Amedeo Modigliani: biografía (IV)

Cuando Modigliani tuvo que abandonar el estudio de la Place Clément empezó una época de peregrinación en la cual difícilmente podía llevar consigo cosas que le estorbaran, como las esculturas.

A la falta de un lugar de referencia se añadían otros problemas debidos a la vida que llevaba, después de que una tarde, estando alcoholizado, destruyó obras de otros artistas y de la Rué du Delta y Paul Alexandre se distanció de él.

Al final se refugió en la «Ruche», la «colmena», que se encontraba en la orilla izquierda del Sena. Montparnasse era un barrio aún en expansión que posteriormente atraería a representantes de la pintura contemporánea. Como había ocurrido un decenio antes en Montmartre, Montparnasse se convertiría en el centro de elaboración de la pintura moderna y los artistas y poetas que estaban experimentando con la vanguardia se reunirían para discutir los nuevos descubrimientos alrededor de las mesas de la Rotonde, la Coupole o la Closerie des Lilas.

La Ruche estaba en el pasaje Dantzig del distrito 15 y había sido creada por el escultor Alfred Boucher en 1902. Con los años, Boucher había alcanzado cierta fama en la producción de estelas y bustos funerarios y había invertido sus ahorros en la compra del pabellón de los vinos proyectado por Gustave Eiffel para la Exposición Universal de 1900. Por deseo de Boucher, la estructura había sido reutilizada para disponer unos ochenta estudios donde los artistas pudiesen vivir y trabajar, fuera de los mecanismos comerciales, con pocos gastos. El nombre de «Ruche» se impondría enseguida por la estructura circular de la construcción, coronada por una vidriera, y por la intensa actividad que en ella se desarrollaba, similar precisamente a la de una colmena.

Pero nada más pasar la entrada, decorada con cariátides, la impresión cambiaba al entrar en los angostos estudios, frígidísimos en invierno y calurosísimos en verano, territorio de caza de ratas y chinches. «Es un sitio extraño, donde soplan vientos gélidos que llevan el hedor de la sangre y el olor a muerte de los cercanos mataderos de Vaugirard. La Ruche es pobreza, gueto, anarquía, individualismo: es el universo de Kafka», pero también es un lugar que será bautizado «Villa Médicis», por el nombre del edificio romano comprado por Francia donde eran enviados los jóvenes artistas más prometedores para completar su formación clásica.

Como contaba Soffici, si en un principio los inquilinos de la Ruche fueron sobre todo «embadurnadores», «pintorcillos de tres al cuarto, falsificadores de imágenes de iglesia, tallistas en madera para catálogos y diccionarios ilustrados»; luego llegaron Chagall, Soutine, Léger, Archipenko y Modigliani, atraídos por los precios módicos del alquiler y por el carácter totalmente internacional que allí reinaba.

Es en la Ruche donde Laura Garsin ve a su sobrino en torno a junio de 1909, en su viaje a París: «Lo hallé miserablemente alojado a la altura de un primer piso en una de las diez o doce celdas dispuestas en una denominada ‘Ruche’ y quizá fue allí donde pintó el retrato de la familia Alexandre que Paul le encargó después de que Amedeo le pidiera disculpas, en abril de 1909, por todo lo que había hecho aquella tarde en la Rué du Delta».

En julio de ese año Modigliani volvió a Livorno y, como escribió su madre, parecía estar muy bien. En su breve estancia, según su hermana Margherita, «pintó varios estudios de cabezas, un retrato en rojo de su cuñada, Vera Modigliani, y dos estudios luego expuestos en el Salón de los Independientes. Posó para él una muchacha de veintidós años, Bice Boralevi, que había ido al colegio Garsin-Modigliani de 1892 a 1897» (Modigliani, 1958).

La vida de la familia transcurría más serena después de una inesperada herencia venida en 1909 de un tal Castelnuovo; figuraban en ella algunos cuadros, entre ellos un óvalo del siglo XVII de escuela napolitana que representaba a un mendigo. Jeanne, la hija de Amedeo, cuenta que fue éste el cuadro que le inspiró el Mendigo de Livorno, realizado en Italia y expuesto luego en París, en 1901: el único cuadro de Modigliani entendido como una interpretación moderna de una obra antigua y no como un retrato de un modelo. Modigliani estaba especialmente orgulloso de él y nada más regresar a París corrió a la Avenue Malakoff a enseñárselo a Paul Alexandre.

Hacia finales de 1909, Modí había encontrado un nuevo sitio para trabajar en Montparnasse, en el primer piso de una casucha con tejado de hojalata, el 14 de la Cité Falguiére, llamada «Villa Rosa» por el color de los muros de la construcción principal. De allí lo echará posteriormente la dueña de la casa, la señora Durchoux, por no pagar el alquiler; probablemente pintó allí El violonchelista, utilizando como modelo a un amigo que, en las sesiones, podía aprovechar el calor de la estufa de leña para ejercitarse con el instrumento (Modigliani, 1958). Junto con dos estudios, Mendigo de Livorno, la Mendiga y Lunar, El violonchelista fue expuesto en marzo de 1910 en el Salón de los Independientes; el crítico Arsene Alexandre fue el único en señalar entusiasmado las obras de Modigliani. Su único comprador seguía siendo Paul Alexandre, pero Amedeo, en la más completa miseria, continuaba dibujando, pintando y sobre todo esculpiendo.

A Montparnasse venía gente «desde los guetos de Livorno y de Lituania hasta los pueblos de Castilla» (Patani, 1988), los pintores se mezclaban con los poetas y los intelectuales, con los marchantes y los revolucionarios. El escultor Fierre de Leonardi recuerda que, una tarde en la Rotonde, Matisse, aunque era célebre por sus bromas, se enfadó con Modigliani porque éste había prendido fuego al periódico que estaba leyendo Lenin. Después de que le quitaran el periódico en llamas de las manos al líder ruso, Matisse inició una discusión con el livornés mientras Lenin asistía divertido a la escena.

En 1911, la relación con Constantin Brancusi y la amistad con Amadeu de Souza Cardoso dieron lugar a la primera exposición de escultura de Modigliani. Amadeu de Souza Cardoso era un pintor portugués «guapísimo, gran señor soberbio y un poco histrión… vivía en una posición bastante holgada y con la más absoluta sobriedad» (Modigliani, 1958). Hacia 1910 estaría muy próximo a Amedeo, hasta el extremo de que sus obras muestran influencias del estilo de éste. En 1911, Cardoso decidió ofrecer su propio estudio de la Rué Combes para una muestra de las esculturas del toscano. De aquella exposición han quedado algunas fotografías de cabezas hieráticas alargadas, rostros atravesados por la vertical geométrica de la nariz y los dos óvalos hinchados de los ojos, formas esenciales y absolutas, fruto de las largas discusiones con Brancusi.

El escultor rumano tenía ocho años más que Modigliani y era ya bastante conocido. Trataba de seguir ligado a sus tradiciones, andaba por ahí con zuecos y una camisa larga, se hacía él mismo los muebles y era famoso por su cocina; se reunía con Cocteau, Apollinaire o Raymond Radiguet, y pasaba las veladas en la orilla derecha, viendo los espectáculos de los Ballets Rusos de Diaghilev o tocando el violín con el Aduanero Rousseau. Era Brancusi quien aconsejaba a Modigliani desde el punto de vista técnico; con él hablaba éste de Rodin y visitaba las colecciones de arte primitivo.

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