Expuesto en la II muestra de la Secesión, el cuadro causó un tumulto.
Los vieneses se burlaron especialmente del rostro de Medusa que adorna la-égida, rebautizándola como «la mueca». El crítico Hevesi defendió con calor la obra, subrayando que el objeto de la burla no era «una broma secesionista», sino una reproducción fielmente arqueológica tomada de ejemplos reales.
Muchos detalles del cuadro son auténticas citas, desde el yelmo hasta el fondo decorativo con motivos derivados de los vasos griegos.
Hevesi daba en el blanco al sugerir que el escándalo se debía a la decisión de representar a Atenea como una escultura de mármol sino como una mujer de carne y hueso, y concluía observado que Esta Palas de finales del siglo XIX es hoy la única posible.
La modernidad buscada por los secesionistas irrumpía así poderosamente en el escenario artístico vienes. La figura de la diosa nacida del cerebro de Júpiter, símbolo del pensamiento racional y de la sabiduría divina, había sido elegida como numen titular por muchos artistas.
Ya en 1893, Franz von Stuck la había usado como emblema de la primera de las Secesiones de fines de siglo, la de Munich, y otro simbolista muy admirado por Klimt, el belga Khnopff, se había inspirado en ella.
El pintor vienes, sin embargo, acentuaba el elemento demoníaco de su heroína, confiriéndole la fijeza de un ídolo y una mirada imperiosa y glacial.
Otro elemento nuevo era la figura de mujer que Atenea sostiene en la mano derecha: el tradicional atributo de la diosa, la Victoria alada, era así transformado en la Vida Ventas, que devino también emblemática de la «primavera sacra» vienesa.
La desconcertamte modernidad de la obra, con la cual los secesionistas triunfaban en su intento de poner el arte nacional a nivel del extranjero, era acentuada por el marco metálico, diseñado por el propio Klimt y que se convertía en parte integrante de la obra según los dictámenes del Jugendstil.
Óleo sobre lienzo, 75 x 75 cm.
Viena, Historisches Museum der Stadt Wien.
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