Klimt conoció a Emilie Flöge por el matrimonio de su hermano Ernst con una de las hermanas de ella; entre los dos se establecería una relación que duró toda la vida del artista, aunque nunca desembocó en el matrimonio.
Las hermanas Flóge eran propietarias de un célebre salón de modas de cuya decoración se ocuparon los Wiener Werkstatte, los laboratorios de artes aplicadas fundados por Moser y Hoffmann en 1903.
Los secesionistas, con el objetivo de otorgar dignidad artística a todos los ámbitos de la vida, no había descuidado la confección de trajes modernos y Klimt, al igual que Emilie, habían diseñado algunos.
Esta pintura coincide con un giro en la retratística klimtiana. Aquí, por primera vez, el pintor hace prevalecer el aspecto oramental sobre el parecido y, al tiempo que representa a su compañera como una mujer fatal, la priva de la natural tridimensionalidad: su cuerpo es aplanado e imaginado como una silueta proyectada ante un fondo.
La propia figura se convierte en un arabesco, efecto acentuado por el contraste entre el fondo abocetado y la minuciosidad del dibujo del vestido.
La cabeza, como las manos, es recortada dentro de un campo decorativo y, si por lado tiende a perder consistencia, por otro su aislamiento la pone bien de manifiesto, atrayendo la mirada del observador. La voluntad decorativa del artista impregna todos los detalles, incluso, como en un divertimento, su misma firma, reveladora de la importancia que daba a la actividad gráfica, estimulada por su colaboración con la revista Ver Sacrum.
Klimt incluye en el lienzo dos cuadrados de colores distintos, utilizando el primero para su nombre y la fecha y el segundo, en dos tonos de verde distintos, para un estilizado monograma, variante del creado el mismo año 1902 para el catálogo de la XIV muestra de la Secesión.

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