
En esta época llegan al Japón los primeros extranjeros europeos, españoles y portugueses, y el país se abre a nuevas ideas que se extienden de extremo a extremo descentralizándolo. Se dibuja una nueva estructura social en la que la burguesía comercial en ascenso se impone económicamente a los samurais.
Los castillos pasan de ser una máquina de defensa a una máquina de propaganda; pero en resumen incómodos para la vida de gentes opulentas. Los artistas se encargan de convertirlos en suntuosas y refinadas viviendas, en particular los miembros de la escuela de Kano, descendientes de Kano Masanobu, que como se ha visto había trabajado para los Ashikaga y cuyo más ilustre representante es Kano Eitoku, el de los fondos dorados.
Es la época del objeto, del Maki-e (trabajo en laca), de la artesanía o mingei, del oro y la plata que brillan lascivamente por doquier. En contrapartida surge Sen-no-Rikyu (hacia 1520-1591), con una nueva ceremonia del té que rechaza los automáticos gestos rituales en favor de una “sencillez natural”.
Es el artífice de los nuevos utensilios para su celebración, cuya extraordinaria simplicidad, pureza de líneas y tosquedad, tanto habrán de influir en el moderno diseño industrial de Occidente. En arquitectura, frente a la recargada exuberancia de los castillos, la nueva tendencia impulsa la construcción de delicados palacios situados entre idílicos y estudiados paisajes, construcciones de estructura en extremo regular y sencilla. El máximo exponente es sin duda el palacio de Katsura, en las inmediaciones de Kyoto, tan admirado por los arquitectos del siglo XX.
Las características del período de Edo o Tokugawa (1615-1867) no se diferencian del anterior. Katsura, por ejemplo, obra de dos generaciones que denotan una increíble unidad estilística, no fue terminado hasta 1645. Prosigue especialmente el desarrollo del mingei, que incluye también la cerámica, una de las artes más cotizadas de Japón.
El Japón de los Tokugawa se halla dividido en doscientos clanes, cada uno de ellos con un jefe y cada jefe con su castillo. La preponderancia cada vez mayor de los comerciantes e industriales exige empero una nueva clase de arte más a su alcance. Así surge en el siglo XVII, junto a las escuelas de Kano y Tosa, el Ukiyo-e o arte de la estampa, con la personalidad de Harunobu. Y también el kabuki, teatro más realista y divertido que el no, que habrá de convertirse con el tiempo en el teatro nacional japonés.
En el período Meiji (1868-1912) los contactos con Occidente marcan la evolución del arte japonés hacia el arte europeo. En 1884, Fenollosa y Okakura Kakuzo organizan la primera muestra de arte tradicional japonés; luego siguen las exposiciones internacionales: la de Chicago (1893), que tanta influencia habrá de tener en la obra de Frank Lloyd Wright, y la de París (1900), decisiva para la pintura postimpresionista.
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