Cuando vemos a elegantes damas de hoy representadas de este modo pensamos instintivamente en los retratos en mosaico de Justiniano y Teodora en el ábside de San Vital de Rávena«.
La observación de Hevesi se refería a la mezcla de refinamiento, bidimensionalidad, idealización y gusto ornamental que caracteriza los retratos klimtianos de este periodo. En ellos, psicología y decoración están todavía en equilibrio, mientras que ésta será dominante en obras posteriores.
En el espacio estetizado de los cuadros del artista, verdad y fantasía, naturalidad y estilización están separadas por un límite muy sutil.
Desde un punto de vista puramente compositivo, el retrato de la esposa del consejero Riedler es análogo al de Sonja Knips: las dos mujeres están sentadas en un sillón colocado en el ángulo derecho del cuadro y el resto del lienzo está ocupado no por objetos sino por una superficie vacía.
En cuanto al lenguaje artístico, sin embargo, todo ha cambiado.
El carácter simbolista de la imagen de 1898, donde la expresión de la modelo y la actitud de sus manos generaban una sensación de espera, ha desaparecido por completo, al igual que el realismo de la figuración ha sido sustituido por la textura ornamental.
Sólo el cuerpo de la protagonista es tridimensional, pero la veracidad del retrato se mezcla con el juego decorativo del fondo, con un efecto especialmente evidente en el rostro, como de costumbre aislado del resto merced a una moderna aureola, «con esas pizcas de imposible que forman parte del romanticismo klimtiano», precisa Hevesi.
Comentando las imágenes de damas de la alta sociedad realizadas por el artista a principios del siglo XX, el crítico observaba: «Llevan trajes de hoy y las telas vienen de la moda de hoy, más o menos. Es decir, como aparece el hoy en Klimt.
Con una graciosa inclinación hacia ese jamás que ya para Schiller se llamaba eternidad».

Óleo sobre lienzo, 153 x 133 cm.
Viena, Österreichische Galerie Belvedere, Schloss Belvedere.
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