Los orígenes de esta pintura se remontan al otoño de 1868. Con motivo de su boda, el artista visitó la sacristía de la iglesia de San Sebastián en Madrid. A partir de entonces, inició unos bocetos y primeros apuntes que acabarían desembocando en esta composición.
Se trata sin duda alguna de la obra maestra de Mariano Fortuny y de una de las más importantes de la pintura europea del siglo XIX. En ella se aprecia la fascinación que le produjo a lo largo de su trayectoria la pintura de Francisco de Goya, como él mismo dijo en más de una ocasión.
Fortuny desplegó en este óleo sobre madera una ambientación escenográfica con gran riqueza de detalles, en la que tienen cabida un importante número de personajes con vestidos suntuosos, de gran preciosismo, que relegan a un segundo lugar la narración o el argumento de la escena: el momento en que los testigos de una boda firman en la sacristía.
La atmósfera de galanteo y cotilleo que el pintor plasmó en la tabla no se adecúa a lo que en realidad allí está sucediendo: una frivolidad que gustaba mucho a la sociedad burguesa del siglo XIX.
Con esta obra Fortuny mostró al resto de Europa la imagen que de España se tenía: una sociedad castiza y popular dominada aún por tradiciones, usos y costumbres arcaicos. Cabe señalar la calidad pictórica de la reja, la luz que cuelga del techo, la biblioteca y el brasero.
Por lo que se refiere a los personajes, destaca el grupo central de los novios acompañados de amigos y familiares, vestidos a la moda del siglo XVIII, en contraste con el grupo de la derecha que simboliza las clases bajas del pueblo, con la manóla y el torero que esperan su turno para firmar.
Los reflejos de los metales, los bordados de los vestidos o los detalles de los forjados son una excelente muestra del virtuosismo y minuciosidad de toda la obra, hecho que le valió en su tiempo incontables elogios.

Óleo sobre madera, 60×93,5 cm.
Barcelona, Museu Nacional d’Art de Catalunya.
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