La fascinación que Fortuny sintió por las impresiones lumínicas en la superficie del lienzo o el papel hizo que se interesara por el estudio anatómico de ancianos bajo los efectos de la luz solar. De ese trabajo salieron obras magníficas, como la acuarela que aquí comentamos.
En ella aparece la figura de un anciano de cuerpo flaco y huesudo, recortada ante un fondo oscuro, realizada con un somero dibujo y una factura empastada que apenas presta atención a los detalles.
El pintor concentró todo su interés en la expresión del personaje, que eleva su rostro hacia arriba.
La tipología del viejo medio desnudo fue uno de los motivos artísticos más recurrentes del pintor.
Las tonalidades oscuras empleadas, así como el brillante naturalismo con el que Fortuny trató la figura, vinculan esta obra a la pintura barroca, especialmente a José de Ribera, cuyas creaciones Fortuny copió en numerosas ocasiones.
De hecho, Viejo bebe de la tradición pictórica católica, especialmente en las representaciones de san Andrés o san Jerónimo Penitente.
Pero, sin lugar a dudas, la gran protagonista de esta composición es la luz, que impacta especialmente sobre el rostro del hombre para resaltar sus rasgos y su carácter; de allí resbala sobre el torso para mostrar la musculatura decaída del personaje.
Una vez más el retratado es tan sólo un pretexto que permite al pintor mostrar todas sus cualidades artísticas.

Acuarela, 22,5 x 28,5 cm.
Colección particular.
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