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Historia del Arte

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Paul Gauguin: autorretrato

Antes de partir por primera vez hacia Tahití, Gauguin realiza una obra enigmática, un autorretrato que cierra definitivamente una etapa de su carrera y augura el nacimiento de un nuevo período. En efecto, este lienzo, conocido también por el nombre de Autorretrato con nimbo, está fracturado por dos zonas de color intenso y absoluto: el rojo y el amarillo.
Destaca la simplificación y fuerza expresiva de las líneas, tanto en los contornos como en los arabescos, sobre los potentes tonos cálidos. Aquí, las ideas sintetistas llegan a su máximo exponente: dos compartimentos, dos grandes masas de color, dominan toda la representación.
Y, sobre ellas, un autorretrato en forma de efigie del propio artista, colocado al lado de dos manzanas y que, junto a una serpiente en su mano, evocan de forma ostensible la tentación.
Con una ironía socarrona que ya había pintado en La familia Schuffenecker, pero que es infrecuente en su creación, Gauguin se burla de sí mismo, presentándose cono un «gran tentador» de una manen un tanto caricaturesca.
Esta ironía se extiende al uso de los elementos simbólicos de la imaginería cristiana. El pintor pronto partirá hacia lo desconocido, hacia una naturaleza y hacia una sociedad embrionarias y, tal vez por ello, sus conceptos éticos son ambiguos.
De la expresión de su rostro se desprende una cierta melancolía, aflicción, por otro lado, muy propia de los artistas, que contrasta con la socarronería de los elementos de los que se acompaña.
Además de este semblante nostálgico, también el retrato deja traslucir una cierta amargura: la del pintor-mártir injustamente tratado por sus coetáneos, inmerecidamente criticado y denostado.
Y es que su ironía no esconde el resentimiento que seguramente siente hacia la sociedad occidental, en tanto que hombre, esposo y padre.
O hacia el mundo artístico, que no acepta su particular y radical manera de entender la creación pictórica. Por todo ello, Gauguin acabará refugiándose en lo que él intuye que es un paraíso virginal: la Polinesia francesa.

Paul Gauguin autorretrato
Gauguin coloca un nimbo o aureola sobre su cabeza. Esta corona puede interpretarse como signo de santidad o como expresión de la más absoluta perversión demoníaca. Este símbolo cristiano, que contrasta con la serpiente y la manzana, puede también simbolizar la voluntad de salvación del artista en medio de un ambiente claramente condenatorio.

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